domingo, 21 de diciembre de 2014

Poor Crazy Boy

"¿Pero qué cojones quieres que piense, tío?" dijo levantándose de la mesa, procurando contenerse. "No puede pasar lo mismo una, y otra, y otra, y otra, y otra vez... ¿Tú sabes cómo me siento ahora mismo? Lo único que me apetece es llegar y pedirle explicaciones, y no moverme de allí hasta que me las dé..." Se llevó las manos a la cabeza y bajó aún más el tono. "¿Me explicas qué coño es lo que tengo que hacer?"
"Siéntate y relájate, anda" contestó apartándole la silla e invitándolo a sentarse. "Bien, vas allí, te plantas en el portal, esperas, aparece y entonces ¿qué pasa? ¿Que sólo con verte va a recular de todo lo que piensa o lo que ha dicho? ¿Que así, por arte de birli birloque vais a volver a retomar todo como si nada hubiera pasado? Esa no es la actitud. No puedes pretender que de golpe y porrazo y sin ningún movimiento por tu parte, sin un acto de contrición, todo cambie, porque no es así... Deja de quejarte, échale un par de huevos y ve a pedirle perdón de verdad... Y no esperes contestación, sólo pide perdón y vete... Si te perdona, te lo hará saber, créeme..."
Toda la gente del bar lo miraba asustada. Allí estaba, un chico de 20 años, con todo el futuro por delante, discutiendo consigo mismo, una suerte de Smeagol bien parecido, un pobre niño loco que ya jamás recuperaría la cordura.