"Apoyó la mano izquierda al lado del espejo del cuarto de baño, dándole un pequeño golpe.
La cabeza le daba vueltas mientras intentaba volver a tener un uso normal.
Le ardía la garganta, y, tras toser un poco, el olor a cerveza subió hasta su nariz, provocándole una arcada.
Levantó la mirada y se vio: la barba de tres días, el pelo cayendo a chorretones tapándole los ojos.
"¡Joder!"- abrió la maneta del agua fría y se mojó la cara- "¿Dónde coño estás, tío? No eres ni la sombra de lo que fuiste..."
Tenía que volver a coger las riendas de su vida.
Todo, de pronto, se había desvanecido.
Pluff. Humo. Y nada. Ni explicaciones. Ni respuestas. Nada.
Estaba asustado. Su gran castillo, montado hace años, se había derrumbado apenas de un soplido.
Y ahora estaba allí. En un cuarto de baño.
"¿Esto es estar vivo, de veras?"
Una lágrima quemó su cara al bajar. Las lágrimas siempre queman. Queman por lo que cuesta sacarlas de dentro. Queman cuando caen. Queman cuando uno se da cuenta de por qué.
¿Dónde estaría ella?
¿Había existido realmente?
Ya ni siquiera recordaba su cara.
Cada vez tenía más claro que todo sólo había ocurrido en su cabeza, que había sido un sueño. Uno muy vívido. Uno de esos que no sabes cuándo estás despierto y cuándo no. Y ese sueño ahora se había convertido en una pesadilla y todo lo que notaba a su alrededor eran fantasmas, apariciones, sombras en los espejos.
Por un momento, el espejo le devolvió su cara pero como hacía tiempo que no la veía. Con una sonrisa.
Y de pronto, pluff. Humo. Nada.
Mar. Meterse en el mar. Dejarse hundir. Que el agua relajase su cuerpo. No ver nada. No escuchar nada. No decir nada.
Sentir como, segundo a segundo, su cuerpo se iba..."
- Súbele los calmantes, le ha vuelto a dar otra crisis...- le dijo la doctora a la enfermera mientras las dos salían de la habitación- ¿A qué hora sales hoy?