No hay nada como verla sonreír, esa fila de dientes blancos y las arruguillas que se le forman al lado de los ojos son capaces de transportarme en el tiempo.
Me quedaba y todavía me quedo embelesado mirándola, verla caminar alejándose y de pronto verla girar y sonreírme hace que de pronto viaje a una especie de paraíso en la tierra en la que sólo estamos los dos.
Y qué decir de esos ojos, de esa mirada pícara, de cuando el sol le da de refilón se convierten en un caramelo y en ellos brilla todo lo que siente. Para mi son como libros, puedo leer perfectamente cada sensación, por eso odio cuando en ellos se refleja rabia por lo que le toca vivir y por eso adoro cuando en ellos se refleja la alegría cuando todo va bien.
Sus peinados imposibles, esas obras de ingeniería capilar, esos cortes de pelo, esos tintes...
Su vitalidad, su no rendirse jamás, su amor incondicional...
Si me lo pidiese daría la vuelta al mundo haciendo el pino con tal de ir a su lado.
Así que dime, ¿a dónde vamos?