Apretó los cordones de sus zapatos, abrochó el último botón del pantalón y se dejó caer la camiseta por encima. Cogió las llaves, el paquete de tabaco y se guardó algo en la cintura.
Salió a la calle, con un destino totalmente claro.
No oía otra cosa que su voz, resonando una y otra vez, repitiendo aquella frase, una y otra vez, una y otra vez.
"It´s a dark nigth" resonaba en los cascos mientrassubía, cada vez a más velocidad a su destino.
- Hola- le saludó al entrar.
Dos tiros. Rápidos. Certeros. Uno en la cabeza y el otro en el corazón. No volvería a ver el sol, eso estaba claro. Siempre lo había tenido claro, aunque nunca había pensado en tener que llegar a esos límites. Pero él había sobrepasado el punto de no retorno.
Todo el mundo se quedó quieto, nadie gritó cuando lo vio sacar el arma y descerrajarle las dos balas prácticamente a bocajarro, sin mediar palabra, sin duda por miedo.
Él se sentó, dejó el arma a un lado, apoyada en una de las mesas de la terraza del bar y se encendió un pitillo.
Uno de los amigos del chico que yacía en el suelo desangrándose miraba hacia dónde él estaba, tranquilamente, fumando, mirándolo con odio.
-¿Qué coño has hecho?- le gritó abrazando la cabeza de su difunto amigo. Luego se dirigió al camerero.- ¡Rápido, llama a una ambulancia, a la policía!
Mientras el camarero, todavía en estado de shock llamaba, él, seco, y un tono monocorde dijo:
- Tranquilos, no pienso moverme de aquí. Sé lo que he hecho y a lo que me atengo...- una frialdad absoluta acompañaba a cada una de esas palabras. Una frialdad que también se reflejaba en los ojos inexpresivos, que miraban hacia arriba, cada vez exhalaba una calada del cigarro, y tamborileaba los dedos en el mango de la pistola.
Apenas unos minutos después apareció la policía. No les dejó ni abrir la boca. Se giró, con las manos en la cabeza, después de poner el seguro de la pistola y acercarla hacia dónde ellos estaban.
- Conozco mis derechos, agentes. Yo he hecho esto, soy el culpable. Esta pistola la he conseguido de casa de mi abuelo, que es ex guardia civil. Mi nombre y el por qué de lo qué he hecho se lo explicaré cuando estemos en comisaría. No quiero abogado ni haré uso de mi llamada- dijo dirigiéndose al coche, ante la atónita mirada de todos los presentes, esperando a que le pusiesen las esposas y lo metiesen dentro.
Una semana después ya estaba en la cárcel. Juicio rápido. 20 años de condena.
- 117, tienes una carta.- dijo el funcionario lanzándosela encima de la mesa en la que leía, dentro de la biblioteca.
Alzó la vista, sonrió entre dientes al ver al remitente, la abrió y estiró la hoja, doblada en tres partes.
"Muchas gracias.
Nunca me hubiera atrevido a hacerlo.
Ya no aguantaba más.
Sé que todo esto, que te sacrifiques así, es por mi, aunque en el juicio lo negases.
Te quiero.
Siempre.
-R-"
Cerró la carta, la guardó y una pequeña sonrisa pintó su cara.
Ella era al fin feliz, y nunca más iba a sufrir por aquel motivo.
Se levantó, fue hacia su celda y se echó en la cama.
Sólo quedaban 19 años, 11 meses, y 51 semanas.