jueves, 4 de mayo de 2017

Start Again

Se levantó y algo había cambiado dentro de su cabeza.
Fuera, aquel cuatro de mayo, era demasiado frío, demasiado lluvioso, demasiado negro.
Encendió la luz de la mesilla de noche, y el espejo situado en la pared le devolvió su imagen: pelo enmarañado, marcas de la almohada y un fuego que nunca había visto en sus ojos.
Normalmente era una persona tranquila, paciente, comprensiva. Pero aquella noche, aquel sueño, quizá aguantar todo lo que llevaba sobre los hombros, había cambiado por completo su forma de sentir, de ser, de pensar.
Su sueño, y no por falta de lucha por su parte, se había desvanecido, como la niebla tras pasar por un lago en invierno, y eso había hecho que su paciencia dijese "basta, aquí he llegado y de aquí no me muevo".
Se metió en el baño, abrió el grifo del agua fría y dejó que ese primer chorro helado desentumeciese sus músculos, todavía dormidos.
Un plan empezaba a gestarse en su mente. Un plan, que como todos los planes buenos, surgía a poquitos, casi sin quererlo, como si siempre hubiese estado allí y ahora, de pronto, se empezase a vislumbrar con toda la claridad del mundo.
Mezcló el agua y un nuevo chorro caliente relajó sus músculos. Se frotó la cara mientras miraba caer el agua, se desenjabonó el pelo y salió.
Todo estaba decidido, iba a ser hoy.
Vaqueros, camiseta, tenis, llaves, cartera, tabaco, mechero, móvil. Todo estaba en su sitio. La rutina diaria que ahora cambiaría.
Ya no quería volver a ocultar su verdad, no quería volver a ser el escudo de nadie, no quería volver a ser esa persona que siempre estaba para todo el mundo sin esperar nada a cambio, ese monstruo que le estaba comiendo por dentro y al que quería expulsar y ver cómo sería su vida sin todo aquello, sin relacionarse con gente que le absorbiese energía, recursos, su VIDA.
"Me van a mirar a los ojos y no van a ver a quién conocían, van a conocer a quién quiero llegar a ser, el que quiera acercarse tendrá que soportar este fuego, esta explosión de mi ser, esta luz en mi oscuridad."
Salió de casa, se subió al coche y la música resonó, atronando. El destino era claro y condujo sin prisas, disfrutando de cada nota, disfrutando de cada curva, disfrutando de cada imagen que el camino le brindaba.
Se había acabado esa pantomima, esa obra de teatro bufo que era su vida, en la que los que más le sonreían eran los primeros en traicionar su confianza.
Era hora de ajustar cuentas.
Hora de dejar de actuar como todos le decían.
Hora de controlar su propio destino.
Hora de dejar ir a esa persona que no reconocía en la imagen del espejo de su habitación.
Sus ojos brillaban todavía, con un fulgor fuerte, con determinación.
Respiró hondo, metió la llave en la puerta en la que todos sus problemas esperaban y, por primera vez en el día, sonrió.
Comenzaba el reinicio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario