Iba avisando a su compañero de todo lo que le venía y a qué distancia los tenía. Estaba concentrada, el rostro enjuto, la sonrisa ladeada del cazador con ansia de sangre. No fallaba, no dejaba rehenes, ni siquiera heridos. Un arma letal, combinada con un compañero veterano, uno de los que sabía lo que hacía, simple, que iba a cumplir objetivos sin muchas alharacas, nada más que las necesarias: matar, lograr la meta y celebrarlo con una sonrisa de viejo zorro...
Les gustaba jugársela juntos, sabían que el otro estaba pendiente de la espalda de su compañero, y eso, en estos casos era vital.
Podrían ser, sin exagerar, una de las mejores parejas de parchís de la historia...
No hay comentarios:
Publicar un comentario