sábado, 15 de febrero de 2014

Love&Hate

Él la conoció cuando ya no creía en nada y ella cuando no creía en si misma.
 A su manera los dos se ayudaron a empequeñecer las imperfecciones que tenían. Ella le convirtió en una mejor persona. Él a ella en alguien seguro de sí mismo. Los dos eran muy felices cerca el uno del otro. Pero no existen los finales Disney. Empezaron a dudar el uno del otro, con razón. Empezaron a distanciarse. No querían lo mismo. No hubo más solución que la distancia. Pero él seguía queriéndola. Ella también. Pero el orgullo era fuerte por ambos lados. Cedió una vez más y volvieron a ser un dúo dinámico. Pero los bancos no se aguantan con una sola pata. Y todo se volvió a caer. Él cada vez entendía peor lo que su amiga necesitaba. Ella, no quería ver por lo que en realidad estaba pasando su amigo. No podían, no necesitaban, no querían, no debían verse. Pasaron de ser quizá dos de los mejores amigos a ser completos desconocidos. Pero la gente seguía hablándoles del otro y, aunque no quisieran, sabían todavía cómo les iba la vida. Pasaron meses, meses de silencio, meses de no verse, meses de no dar señales de vida, de no querer saber nada, por las dos partes. Y de pronto, un día, sólo hizo falta que ella le mirase y sonriese para que él se tragase todo el orgullo, todas las teorías conspiratorias que su cerebro había creado, para volver a ser el mismo que era antes.
Ahora están como al principio: él no cree en nada, ella no cree tanto en si misma.

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