Abrió la puerta con fuerza.
Iba a irse de ahí, no podía aguantar más.
Pero de repente, una sonrisa cínica apareció en su rostro y se giró, con el pomo de la puerta todavía en la mano.
- ¿Sabes?- dijo girándose mirándola, mientras ella esperaba quieta en el quicio de la habitación- Contigo creí que todo iba a ser perfecto, pero vamos, al poco me di cuenta de que no era todo tan bonito como mi cabeza lo pintaba... La verdad es que no sé por qué me sorprende ahora esto- negó con la cabeza- A veces parece como si los dioses cogiesen sus palos de titiriteros y jugasen con nosotros hasta ver a dónde podemos llegar sin explotar... Y lo peor, es que siempre te querré, incluso cuando se te va la olla como ahora... Mira- carraspeó- Estoy afónico perdido... Y mira cómo está la casa... No entiendo a qué vino eso de lanzarnos las cosas... Y ahora yéndome, te estoy dando la razón, aunque sabes perfectamente que soy yo quién la tiene, pero siempre tiene que ganar vuesencia, majestad- hizo una mueca, reverenciándola- Porque es que aún encima me creo toooodos tus cuentos, con toda la ponzoña que rezuman y el poco sentido que tienen... Pero es que me encantan... Debo ser masoquista, porque créeme que lo único que quiero es cerrar esta puerta y que te quedes para siempre encerrada en estas cuatro paredes, pero no soy capaz de irme porque sé que nuestros cabreos se evaporan casi tan rápido como llegan...
Y ahí sigues, sin decir una puta palabra, viendo cómo me estoy vaciando, e incluso sonríes... Y yo no puedo resistirme a esa sonrisa- dijo cerrando la puerta y volviendo a la habitación con ella.
No hay comentarios:
Publicar un comentario