Estaba haciendo el desayuno cuando ella llegó a la cocina.
- Tenemos que hablar- dijo sin levantar la vista de la taza en la que vertía la leche, metiéndola luego en el microondas- Tranqui, sólo es un ratito, ¿quiéres un café?- preguntó sonriendo mientras ella asentía, cogiendo una silla y apoyando los brazos en la mesa.
Cogió aire y, esperando el tintineo del micro, miró a través de la ventana, sabiendo que aquello sería duro, que esa conversación sería de todo menos cómoda, y preguntándose cómo cojones habían llegado a este ese punto.
- Llevamos dos años juntos y nos conocemos- guiñó un ojo- Pero ya no sé cómo decirte esto. Y no voy a empezar a echarte nada en cara, sé que lo que haces lo haces porque en esa cabecita las cosas funcionan de una manera distinta a la normal y que tienes justificación para todo. Pero no es normal que todos los días te vea llorar, o que te encierres en ti misma y no dejes entrar a nadie...
- ¿Me vas a dar otra vez el sermón sobre cómo tengo que vivir MI vida?- dijo alzando la voz y la vista, que hasta ese momento estaba fija en uno de los azulejos de la cocina- Debes estar de coña.
- Tranquila...- dijo casi en susurro, intentando apaciguar unos ánimos que ya empezaban a caldearse.
- Ni tranquila ni ostias. Es mi vida, ¿crees que a mi por un casual me gusta estar así? ¿Te crees que no intento ponerle remedio? Pero claro, es mucho más fácil ponerse condescendiente y hablar desde tu atalaya de sabio, ¿no?
- ¿Y tú sabes lo difícil que es entrar en casa y ver a alguien que quieres hundido y sin querer hacer absolutamente nada?
- ¡¡Pues claro que lo sé!! ¡¡Soy yo la que está así!! Mi curro es una mierda, esto es una mierda ¿Vida social? ¿Hemos tenido eso alguna vez? Y ahora intento que lo nuestro funcione, me vengo unos días a tu casa, y tengo que aguantar otra vez tu cantinela, haciendo como si lo supieses todo y tuvieses todas las soluciones... Y si tanto sabes y tanto arreglas, ¿por qué no ves dónde están tus fallos en vez de rebuscar tanto en los míos? ¿Has hecho caso alguna vez a lo que te decía que me jodía? ¿Has puesto atención cuándo te hablaba? NO, pero claro, consejos vendo pero para mi no tengo...- dio un largo sorbo al café y miró a la taza, mordiéndose el labio y con lágrimas de rabia en los ojos y cogió las llaves del coche- Y te reconozco que soy muy difícil de llevar, pero tú no has hecho NADA, NUNCA, por intentar que esta mierda funcione...
- ¿Y ahora te vas así?- preguntó todavía sorprendido por la explosión que acababa de contemplar- ¿No vas a decir nada para arreglar esto?
- ¿Arreglar el qué?- por primera vez en la mañana sonrió. Se había dado cuenta que él nunca vería su parte de culpa en el problema, y que es imposible describirle los colores a un ciego, pero aún lo es más describírselos a quién no quiere ver- Espero que seas feliz, de veras, pero no va a ser conmigo- fue a la habitación, metió la ropa que había desperdigada en la maleta y se dirigió a la puerta, mientras él, todavía taza en mano, la miraba pasar, absorto por lo que había ocurrido- Hasta siempre- dijo lanzando un último beso.
Arrancó el coche, bajó la ventanilla y encendió la radio: unos frailes cantaban acerca de cómo salvar un alma, y ella, sonriendo de nuevo, pensó, que al menos ese día, un alma había sido salvada, la suya.
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