miércoles, 26 de diciembre de 2018

Estrellas Fugaces

El vaivén de tus caderas hace que te siga como un niño al flautista de Hámelin y no sé si eso me llevará al cielo o al infierno.
Cada caricia tuya hace que se me pongan los pelos de punta, que la electricidad me llene y sólo quiera que provoquemos un cortocircuito.
Eres la típica que asusta a todos, pero no te tengo miedo, sé el riesgo que es quererte.
Estás hecha de otra pasta, quizá seas una mutante como Mística y eso te hace difícil de comprender para el resto.
Apareciste en este mundo como una tormenta, como algo inesperado, e hiciste que de pronto entendiese todo y te siguiese hasta el fin de los tiempos.
Bésame, hazme arder, haz que cada célula de mi cuerpo estalle, no te tengo miedo.
No eres de este planeta, no puedes serlo, no de la manera en la que me haces sentir. Tienes que haber llegado de lo que llaman cielo o ser el pecado por el que quiero ver el infierno.
Te he visto funcionar. Tu mente viaja a velocidades complicadas de seguir para muchos, pero no para mi, soy el único que aguanta el poder de tu mirada.
Ay, esos mordiscos y esa forma de moverte a mi alrededor...
Esto va más allá de nuestros cuerpos, va más allá de nuestras mentes, es como la colisión de dos estrellas fugaces.
Y aunque caminemos en una cuerda muy fina, recuerda que lo arriesgaré todo por ti y jamás te dejaré caer, jamás.

sábado, 27 de octubre de 2018

¿A dónde vamos?

No hay nada como verla sonreír, esa fila de dientes blancos y las arruguillas que se le forman al lado de los ojos son capaces de transportarme en el tiempo.
Me quedaba y todavía me quedo embelesado mirándola, verla caminar alejándose y de pronto verla girar y sonreírme hace que de pronto viaje a una especie de paraíso en la tierra en la que sólo estamos los dos.
Y qué decir de esos ojos, de esa mirada pícara, de cuando el sol le da de refilón se convierten en un caramelo y en ellos brilla todo lo que siente. Para mi son como libros, puedo leer perfectamente cada sensación, por eso odio cuando en ellos se refleja rabia por lo que le toca vivir y por eso adoro cuando en ellos se refleja la alegría cuando todo va bien.
Sus peinados imposibles, esas obras de ingeniería capilar, esos cortes de pelo, esos tintes...
Su vitalidad, su no rendirse jamás, su amor incondicional...
Si me lo pidiese daría la vuelta al mundo haciendo el pino con tal de ir a su lado.
Así que dime, ¿a dónde vamos?

viernes, 13 de abril de 2018

El Beso

Hoy es el día del beso:
A mi me gustaría darte uno, sólo uno, pero que fuera de esos que tranquilizan, de esos que apetece dar porque calman todo lo que preocupa, de esos que apetece repetir y que luego llevan a tener un polvo. De esos que te acuerdas siempre.

martes, 16 de enero de 2018

Fotografías

Todavía recuerdo cuando te conocí. Eras una sombra en mis ojos borrosos de cerveza. Pero te vi.
Estabas rodeada de gente a la que recuerdo vagamente, nombres que estarán sumergidos en alguna carpeta en los archivos de mi memoria, nombres sin cara, cuerpos anónimos.
Y de repente desapareciste, te subiste en aquel coche azul y todo se fundió a negro.
Pasó un día, luego otro, luego otro, y así semanas y meses.
Hasta que de pronto, cuando ya estaba acostumbrado de nuevo a esa neblina que produce el alcohol en mi vista, nos volvimos a encontrar.
Entré en el bar, mirando al suelo, como un robot, sin mirar a nadie y confiando en que mis pasos me llevasen al sitio al que siempre me siento, esperando que un tercio me estuviese esperando, frío y abierto.
Y me dijiste "Eh, cuánto tiempo, ¿te apetece venir a dar una vuelta?"
Una oleada de luz me cegó, y allí estabas tú, en el medio y medio de aquel halo. Sabes que soy completamente ateo, pero eso es lo más parecido a la imagen que se tiene cuando se te aparece un santo que me puedo imaginar.
Y entramos en tu coche, tenías esa sonrisa que recordaba, algún tatoo nuevo, y sé que me estabas contando la historia de su por qué, pero sólo podía mirarte mientras me mordía los labios, aguantando las ganas de besarte.
Llegamos a tu casa. Me empujaste contra el colchón y yo me dejé caer, viendo cómo te alejabas para luego saltar encima de mi, entre risas.


Todavía recuerdo cuando te conocí. Eras aquel chico del fondo de la barra, el que siempre me hacía reír con sus ocurrencias. El de la mirada profunda y la sonrisa perpetua. 
El que luego dejaba todo por venir a cantar conmigo haciendo el salvaje por aquellas carreteras dejadas de la mano de dios, sólo por el mero hecho de estar juntos.
Y sé que te rompí el corazón el día que decidí irme, pero no podía hacer otra cosa.
Y ahora al volver, sigues ahí, con esa sonrisa que tanto me sigue gustando.
Y no, esta vez no te voy a dejar escapar.
Así que volvamos a cantar nuestras canciones a voz en grito y a toda leche por la calle mientras te cuento mis aventuras todo este tiempo.
Volvamos a esa cama a la que me gusta empujarte y luego saltar encima de ti, mientras te muerdo el cuello y nos olvidamos de todo entre risas.
Convirtámonos en una fotografía y que este momento no se acabe.