Hace un par de semanas y visto como está la economía no me ha quedado otra que poner un anuncio en el periódico ofreciendo una de las habitaciones libres que tengo en casa. Los que me conocéis sabéis que soy una persona bastante independiente, no me gusta tener que rendirle cuentas a nadie, ni justificarme ni nada de eso, pero circunstancia obliga y no me quedó otra. Pensé en meter a algún colega, pero me conozco y sé que no sería capaz de cobrarle una pasta por una habitación en mi casa a un amigo.
El anuncio era bastante simple: "Se ofrece habitación y derecho a cocina y agua" con la dirección y todo el rollo del precio. Contestaron varias personas, entre ellas un par de estudiantes. Mi casa está cerca de la facultad y es normal que quieran cogerse un piso por ahí, pero yo he sido estudiante (bendita época) y ni a mi me apetecen fiestas cuando a los estudiantes sí, ni a los estudiantes les apetecerá que yo un martes me plante con un par de colegas, unas cervezas, el singstar y empiece a darlo todo. Ni a los estudiantes ni a mis vecinos, todo hay que decirlo, pero ellos me la sudan, yo también aguanto sus broncas llamándose de todo o sus portazos, o a su niña de 1 año que llora más que Montserrat Caballé cuando vio la cara con la que sale en el anuncio de lotería de este año, así que, educadamente, los rechacé. También llamó una chica que quería venirse con su novio, pero como que tres son multitud, así que también le di puerta, nunca mejor dicho. Ya no tenía muchas esperanzas cuando hace un par de días, sobre las 21:00 de la noche, sonó mi móvil:
-¿Sí?
-Alquilas una habitación, ¿verdad?- me sonó divertida su voz, y yo me fijo muchísimo en esas cosas, quizá sea deformación profesional, curré de reportero una buena temporada e hice doblaje de cine, pero me dio muy buena espina.
-Sí.
-¿Te importa que me pase o vas a salir ahora?- eso me sorprendió, pero acepté- Ah, genial, estoy ahí en diez minutos.
Dicho y hecho. En 10 minutos llamó al telefonillo y subió. Mi primera impresión, a decir verdad, es que el chico se había bajado hacía esos escasos 10 minutos de una máquina del tiempo, recién llegada de los años 60: Tenía el pelo largo, más o menos por los hombros, ondulado y entre canoso y rubio. Era más o menos como yo de alto y llevaba unas pequeñas gafas de sol con los cristales tintados en violeta. Una sudadera de Bob Marley y unos pantalones caídos de una tela que no alcanzo todavía hoy a saber qué demonios es.
Me sonrió y me chocó las cinco, dándome un pequeño abrazo.
-Soy Sergio Domínguez Sequeiro, pero todo el mundo me llama Bicho, tú debes ser Karlos, claro- entró en casa, observándolo todo desde la puerta- Joder, es más grande de lo que yo creía, no te importa que tire la mochila encima del sofá, ¿verdad?- la dejó con un gesto de hombro y se repanchingó en una silla- Bueno, te cuento, soy escritor, lo acabo de dejar con mi novia de toda la vida, 10 años llevaba con la tipa esa, alucina vecina; y como comprenderás necesitaba un cambio de aires. Soy una persona de costumbres normalísimas, me gusta salir, pero soy más casero que otra cosa, me adapto a cualquier dieta que tú tengas, además sé cocinar, jejeje, casi ni te vas a dar cuenta de que estoy aquí y con que haya un enchufe y wifi yo voy que me mato... ¿Qué te parece, cumplo tus expectativas?
Tenía una verborrea cuasi hipnótica, pero me caía bien, y además tenía el dinero en la mano, lo que me venía de lujo, así que le di las llaves.
- ¿No vas a salir, verdad?- negué con la cabeza- ¿Qué te parece si invito a unas pizzas y nos vamos conociendo?
- Perfecto...- cada vez me caía mejor.
- Bueno, tengo 31 años, soy escritor de novela negra y novela gráfica, y... no sé qué más contarte... Háblame tú sobre ti, que casi ni sé cómo hablas, no me he callado desde que entré por la puerta- los dos nos reímos.
Yo no soy mucho de hablar de mí con alguien que acabo de conocer, pero bueno, iba a ser mi compañero, así que tendría que abrirme con él antes o después.
- Pues a ver, qué puedo decirte... Me llamo Karlos Goday, también tengo 31 años y me dedico a la publicidad, me gusta mucho la música, llevo ya casi 4 años viviendo aquí y qué quieres que te diga, con las mujeres no suelo tener mucha suerte... ¿Quieres una cerveza?- asintió y fuimos a coger un par a la nevera, cosa que aproveché para enseñarle un poco la casa.
- No te quejes de las mujeres, Karliños- le dió un sorbo- Salí con Sandra durante 10 años, tío, y créeme que la quería, más que a nada en este mundo. Mi primer libro se lo dediqué a ella, y todo lo que gané se lo dí, era mi musa, qué menos que darle su parte como inspiradora, ¿no?- sonrió tristemente- La cuidaba, la sacaba de todos los problemas, la ayudaba, la tenía mimadísima... Imagínate como llegó a ser la cosa que con el dinero que saqué, bueno y que saco con la novela gráfica, pagué la entrada de un ático dúplex y lo puse a nombre de ambos. Vivía sólo por y para ella. Y todo iba de perlas hasta que me di cuenta de que ya no notaba ese feedback que tiene que haber en las parejas, ese "yo te doy y tú me das" y sólo era yo el que remaba... ¿Viste Titanic? Pues yo era Jack y ella Rose, la subí a la tabla, y cuando yo la necesité, simplemente no cabía. Ya no cabía en su mundo. No hubo una bronca mega cósmica de ruptura, teníamos mini bronquitas de cuando en cuando, pero como buen escritor, sé cuando un personaje debe hacer un mutis, así que me puse a buscar casas en el periódico y tu anuncio me llamó la atención... Y tío, tengo que decirte una cosa, me caes muy bien, sabes escuchar, y eso es una cualidad que yo aprecio mucho. Me da que nos vamos a llevar muy bien...
La verdad es que yo pienso lo mismo, a veces es necesario escuchar las sensaciones y vivencias de otro para poder ver cómo cambiar nuestra propia perspectiva de las cosas... Lleva un par de días en casa y por ahora nos estamos compenetrando bien, cuando yo voy a currar, él limpia y viceversa, cuando él se recluye en su habitación yo me encargo de la casa, a ver cómo se tercia todo ahora que llega el fin de semana...
Seguiré informando...
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