Hay una punto negro en el techo de la sala.
Lo sé porque no puedo dejar de mirarlo.
Si lo miro un rato más, seguramente acabaré encontrando algún parecido con algo que te lo pudiese describir.
Es de noche, y de nuevo las voces entran en mi cabeza.
Dicen: "Hoy tampoco vas a dormir, Karlos." Y se ríen.
Sé que tienen razón y me da miedo.
Sabes que siempre tienen razón.
Me incorporo en el sofá y la cabeza empieza a dar vueltas.
Vértigo de no saber si voy a volver a recuperar la cordura.
Pero creo que no estoy loco.
Como mucho algo cansado y sin saber de ti.
En el fondo eres como una inyección para mi ánimo.
Diez minutos contigo y tengo para diez días de paz mental.
¿Recuerdas cuando todo era felicidad?
¿Cuando éramos los reyes del juego?
Cada vez veo esos recuerdos más borrosos.
Niebla. Eso es lo que hay enfrente de aquella foto gastada en la que los dos salimos sonriendo.
Y al salir a la calle vuelvo a cantar en voz alta muchas de nuestras canciones, mientras veo una serpiente multicolor formada por coches que pasan a mi lado, casi rozándome.
"¡Apártate, gilipollas!""¿Qué le pasará a ese tío?"
Los oigo aunque no conteste.
Y sé que algo pasa, aunque no soy capaz de definirlo.
¿Y si en realidad, la falta de sueño, todos los problemas que aparecen y desaparecen, esas luchas internas entre lo que quiero y lo que tengo, han conseguido volverme loco del todo?
¿Volverías para intentar salvarme o dejarías que me llevasen a esa habitación acolchada?
miércoles, 13 de diciembre de 2017
sábado, 18 de noviembre de 2017
Mad About You
Se levantó, miró a su alrededor, tragó saliva y empezó a hablar:
<< -Casi, casi puedo recordar el día que la conocí. Si no me equivoco llovía, aunque eso no es raro por estas latitudes- esbozó una sonrisa- La verdad, para ser sinceros, no me llamó mucho la atención. Era callada, reservada, se sentaba en una esquina del bar, y allí se quedaba, con su café, su libreta, sus lápices, perdida en su mundo. Era una incógnita, y a mi sabéis que me vuelven loco las incógnitas, por lo que un día decidí acercarme. De lo que me acuerdo como si fuese ahora mismo fue de su primera mirada. Levantó la cabeza de su libreta y, expectante, como si intentase desentrañar los misterios del universo, me miró. Fue como si me disparase, y eso que todavía no había abierto la boca. Luego sonrió y me saludó, invitándome a sentarme.
Estuvimos hablando un montón de tiempo aquel día.
Y el siguiente.
Y el siguiente.
Y así hasta que ya pasó tanto tiempo que me era literalmente imposible vivir sin ella.
Estar a su lado era como una especie de droga.
Si no la veía, estaba con los nervios de punta.
Irritado.
No dormía.
No comía.
No descansaba.
Pero sólo oír su voz o verla aparecer... Buff, no sabéis lo que eso era para mi: Si era de noche, se hacía de día. Si hacía frío, volvía a entrar en calor. Si estaba nervioso, hacía que una especie de nebulosa tranquila me invadiese y pintase una sonrisa en mi cara, como un auténtico idiota.
Me compré un coche, una casa, monté un negocio... Todo para tenerla contenta. Y ella lo estaba. Era feliz dibujando. Y muy buena. Gracias a su talento había conseguido ya exponer en varias galerías. Era el nuevo último grito de la pintura española.
Y entonces desapareció.
Me dejó.
Se fue a Madrid.
Abandonó todo lo que le quedaba aquí.
Y lo entendí. (Siempre fui de los que pensaba que es mejor jugártela y perder a saber que tienes una mano ganadora y quedarte en casa, pasando de arriesgarte, pero sabiendo que si lo hubieses hecho, ganarías, ya que llevabas una mano perfecta.) Por eso no me quejé. La dejé irse, Dejé que el telón cayese mientras yo hacía un mutis lo más dignamente que podía.
Pero una noche, a eso de las tres de la mañana, me llamó. No me enteré muy bien sobre qué me hablaba. Creo que estaba borracha, estaba llorando, pero saqué en claro que me necesitaba allí, que algo gordo había pasado y quería que yo, precisamente yo- dijo lamentándose- estuviese allí con ella.
No dudé un instante. Me puse unos tenis, una sudadera, metí en mi mochila un par de piezas de ropa, y, prácticamente a saltos, bajé las escaleras y entré en el coche.
Tardé seis horas en llegar a la capital. Lo raro es que en ningún momento me planteé que quizá no era la mejor idea ayudarla.
No, no podía. Era el amor de mi vida y me pedía ayuda. Mi deber era estar ahí. Fuese lo que fuese.
Al llegar a su piso, un loft en la Castellana, en el que tenía varios lienzos en los que estaba trabajando, la ví. Lloraba cuando me abrió la puerta. "¿Qué ha pasado?", pregunté. "Llegó, me pegó" hipó de los nervios, apartándose el pelo de la cara, dejando ver una cicatriz bajo su ojo izquierdo, "y se ha ido..." La miré. No sabía, aunque me lo imaginaba, qué es lo que quería que hiciese. "¿Qué es lo que quieres que haga? Porque sabes que lo haré, sin dudarlo."
"Mátalo". Su voz sonó seca, dura, imperativa.
Me enseñó una foto, me dio la dirección de aquel tío y me consiguió una pistola. Ella sabía que había manejado armas porque durante unos años estuve en el ejército.
"Mátalo". Su voz retumbaba en mi cabeza. Una y otra vez, una y otra vez.
Y lo hice. Simplemente llegué a su casa, disparé sobre el pomo de la puerta, entré y cuando lo vi, sorprendido al ver a un extraño apuntándole con un arma, le descerrajé tres tiros: uno entre los ojos y otros dos al corazón.
Y por eso es por lo que ahora estoy aquí, en esta mierda de terapia de grupo en la cárcel...>>
- Doctor, el paciente lleva dos horas repitiendo eso constantemente, ¿qué hacemos?
- Sédenlo. No podemos hacer nada más por él- dijo firmando el diagnóstico- Voy a hablar con su mujer.
Salió del despacho y se dirigió a la sala de espera, en la que una mujer joven, de ojos verdes, a los que las lágrimas estaban inundando, esperaba la respuesta del médico.
-¿Cómo está?- preguntó angustiada.
- Sigue igual. Cuenta lo mismo que aquel día que lo trajo...- dijo sacándose las gafas- Parecía que estaba mejor, por eso la llamamos... Pero me he equivocado, lo siento, señorita...
Ella se disculpó y corrió fuera de aquel psiquiátrico a las afueras de Ferrol. Su chico, su querido novio, amigo, alma gemela, se había vuelto loco un día escribiendo su historia y ni ella ni nadie iban a ser capaces de traerlo de vuelta.
miércoles, 1 de noviembre de 2017
Pesadillas
Por fin he muerto, pero no creas que eso te va a librar.
Esas pequeñas trampas que me ibas dejando en el camino han logrado su cometido, ese empujón al borde del abismo...
Jugar a tu juego, interpretar el personaje que habías creado para mi, eso fue lo más idiota que pude haber hecho, sólo fue para tu diversión...
Pero no, no ha sido un crimen perfecto, así que aprovecha y disfruta de estos momentos previos y sigue vendiendo la moto esa que dice que me echas de menos y que estás fatal por mi ausencia.
Ahora mi cerebro, al no tener que estar pendiente del cuerpo en el que estaba se ha convertido en un arma, soy más fuerte. Ahora floto por el mundo, cualquier sitio es mi campo de combate y oh, la venganza es un plato dulce que se sirve frío...
Te di las llaves de mi corazón, las tiraste en una caja, que supongo que habrás olvidado dónde está. y dejaste que se fuera descomponiendo.
Pero la vida sigue, cielo, y para mi ahora es eterna, y tú deberías ir cogiendo un diccionario y buscar en él la palabra karma, y yo estaré muerto, pero ya verás la que te espera...
Nunca confié en nadie excepto en ti y tú ni siquiera eso, así que prepárate porque a partir de ahora voy a ser protagonista en todas tus pesadillas...
Esas pequeñas trampas que me ibas dejando en el camino han logrado su cometido, ese empujón al borde del abismo...
Jugar a tu juego, interpretar el personaje que habías creado para mi, eso fue lo más idiota que pude haber hecho, sólo fue para tu diversión...
Pero no, no ha sido un crimen perfecto, así que aprovecha y disfruta de estos momentos previos y sigue vendiendo la moto esa que dice que me echas de menos y que estás fatal por mi ausencia.
Ahora mi cerebro, al no tener que estar pendiente del cuerpo en el que estaba se ha convertido en un arma, soy más fuerte. Ahora floto por el mundo, cualquier sitio es mi campo de combate y oh, la venganza es un plato dulce que se sirve frío...
Te di las llaves de mi corazón, las tiraste en una caja, que supongo que habrás olvidado dónde está. y dejaste que se fuera descomponiendo.
Pero la vida sigue, cielo, y para mi ahora es eterna, y tú deberías ir cogiendo un diccionario y buscar en él la palabra karma, y yo estaré muerto, pero ya verás la que te espera...
Nunca confié en nadie excepto en ti y tú ni siquiera eso, así que prepárate porque a partir de ahora voy a ser protagonista en todas tus pesadillas...
domingo, 1 de octubre de 2017
No Ver. No Oír. No Decir.
"Apoyó la mano izquierda al lado del espejo del cuarto de baño, dándole un pequeño golpe.
La cabeza le daba vueltas mientras intentaba volver a tener un uso normal.
Le ardía la garganta, y, tras toser un poco, el olor a cerveza subió hasta su nariz, provocándole una arcada.
Levantó la mirada y se vio: la barba de tres días, el pelo cayendo a chorretones tapándole los ojos.
"¡Joder!"- abrió la maneta del agua fría y se mojó la cara- "¿Dónde coño estás, tío? No eres ni la sombra de lo que fuiste..."
Tenía que volver a coger las riendas de su vida.
Todo, de pronto, se había desvanecido.
Pluff. Humo. Y nada. Ni explicaciones. Ni respuestas. Nada.
Estaba asustado. Su gran castillo, montado hace años, se había derrumbado apenas de un soplido.
Y ahora estaba allí. En un cuarto de baño.
"¿Esto es estar vivo, de veras?"
Una lágrima quemó su cara al bajar. Las lágrimas siempre queman. Queman por lo que cuesta sacarlas de dentro. Queman cuando caen. Queman cuando uno se da cuenta de por qué.
¿Dónde estaría ella?
¿Había existido realmente?
Ya ni siquiera recordaba su cara.
Cada vez tenía más claro que todo sólo había ocurrido en su cabeza, que había sido un sueño. Uno muy vívido. Uno de esos que no sabes cuándo estás despierto y cuándo no. Y ese sueño ahora se había convertido en una pesadilla y todo lo que notaba a su alrededor eran fantasmas, apariciones, sombras en los espejos.
Por un momento, el espejo le devolvió su cara pero como hacía tiempo que no la veía. Con una sonrisa.
Y de pronto, pluff. Humo. Nada.
Mar. Meterse en el mar. Dejarse hundir. Que el agua relajase su cuerpo. No ver nada. No escuchar nada. No decir nada.
Sentir como, segundo a segundo, su cuerpo se iba..."
- Súbele los calmantes, le ha vuelto a dar otra crisis...- le dijo la doctora a la enfermera mientras las dos salían de la habitación- ¿A qué hora sales hoy?
La cabeza le daba vueltas mientras intentaba volver a tener un uso normal.
Le ardía la garganta, y, tras toser un poco, el olor a cerveza subió hasta su nariz, provocándole una arcada.
Levantó la mirada y se vio: la barba de tres días, el pelo cayendo a chorretones tapándole los ojos.
"¡Joder!"- abrió la maneta del agua fría y se mojó la cara- "¿Dónde coño estás, tío? No eres ni la sombra de lo que fuiste..."
Tenía que volver a coger las riendas de su vida.
Todo, de pronto, se había desvanecido.
Pluff. Humo. Y nada. Ni explicaciones. Ni respuestas. Nada.
Estaba asustado. Su gran castillo, montado hace años, se había derrumbado apenas de un soplido.
Y ahora estaba allí. En un cuarto de baño.
"¿Esto es estar vivo, de veras?"
Una lágrima quemó su cara al bajar. Las lágrimas siempre queman. Queman por lo que cuesta sacarlas de dentro. Queman cuando caen. Queman cuando uno se da cuenta de por qué.
¿Dónde estaría ella?
¿Había existido realmente?
Ya ni siquiera recordaba su cara.
Cada vez tenía más claro que todo sólo había ocurrido en su cabeza, que había sido un sueño. Uno muy vívido. Uno de esos que no sabes cuándo estás despierto y cuándo no. Y ese sueño ahora se había convertido en una pesadilla y todo lo que notaba a su alrededor eran fantasmas, apariciones, sombras en los espejos.
Por un momento, el espejo le devolvió su cara pero como hacía tiempo que no la veía. Con una sonrisa.
Y de pronto, pluff. Humo. Nada.
Mar. Meterse en el mar. Dejarse hundir. Que el agua relajase su cuerpo. No ver nada. No escuchar nada. No decir nada.
Sentir como, segundo a segundo, su cuerpo se iba..."
- Súbele los calmantes, le ha vuelto a dar otra crisis...- le dijo la doctora a la enfermera mientras las dos salían de la habitación- ¿A qué hora sales hoy?
lunes, 18 de septiembre de 2017
El Blues de la pequeña Gloria
-"Tenemos que sacarnos la foto para el libro de familia."
Chaly leyó el mensaje de Marisa mientras se miraba en el espejo del ascensor de la emisora. Tenía unas ojeras enormes y la noche se le había hecho larguísima.
-"¿Me dará tiempo de darme una ducha en casa antes de ir?
Esperó la contestación pero no llegaba, por lo que supuso que la respuesta sería un NO. Suspiró y se subió al coche.
- Buenos días, son las ocho y diez de la mañana y ya estamos aquí haciéndole el relevo a nuestro compañero Chaly Martín, que ha estado toda la noche con vosotros poniendo buena música y ahora es mi turno. Recordad tener cuidado si vais en el coche, porque hoy el día se ha levantado lluvioso y según el parte metereológico no va a mejorar, la temperatura es de dieciséis fresquitos grados y os voy a dejar con una canción que sé que a mi compañero le gusta, y como él os ha puesto lo que vosotros queríais, ahora le toca a él... Soy Irene López, esto es Onda FM, y os dejo con el clásico de Oasis "Wonderwall"...
Sonrió mientras tamborileaba en el volante el ritmo de la canción. Irene era una distracción dentro del tedioso mundo en el que se había convertido su vida. Desde que había nacido Gloria, Marisa y él habían vuelto a distanciarse. Ella había vuelto a trabajar en el hospital, a turnos cambiantes y él había conseguido el trabajo de sus sueños en la radio, que le tenía todas las noches de lunes a viernes en el estudio, poniendo música, escuchando los problemas de sus oyentes y comentando desde su perspectiva los problemas del país.
Todo era extrañamente parecido y a la vez distinto a aquel whatsapp que los había juntado de nuevo hacía tres años. Volvían a ser una pareja más de amigos que de novios. Si que hacían cosas juntos, sobre todo por la niña, y no tenían discusiones, pero no había pasión, no había esos momentos íntimos entre ellos desde hacía meses. Y a su mente volvían una y otra vez las dudas. Si él necesitaba sexo, ella estaría en la misma situación. Si cada vez él pensaba más en Irene, seguramente Marisa tendría alguien en quién pensar también. Bajó la ventana y dejó que el aire frío de la mañana le despejase. No. Ahora no podían volver a dejarlo. La niña era muy pequeña. Habría que aguantar. O habría que esconderse. Irene salía a las tres de la tarde de la emisora. A esa hora Marisa entraba en el hospital, y una vez hechas las fotos, Gloria estaría hasta bien entrada la tarde en la guardería.
- "Irene, ¿te apetece comer algo conmigo después de currar?
-"¿Me dará tiempo de darme una ducha en casa antes de ir?
Miró el reloj. Las ocho de la mañana. Aún tenía que ducharse ella, duchar a la niña y darle el desayuno, hacer las camas y recoger un poco la cocina. En tres horas tendrían que hacerse la foto, llevar a Gloria a la guardería y ella tendría que ir, como siempre, sola a hacer la compra. Era la misma guerra diaria. Chaly sólo pensaba en él. No recordaba la última vez que había tenido tiempo para ella, para ir a la peluquería, de compras, o para tirarse en bermudas en un sofá y verse el maratón de pelis de Alien contra Depredador sin un "Mami" o un "Cariño, ¿puedes ir tú a los recados? Llevo trabajando toda la noche...". No recordaba la última copa que se había tomado con Tania y las niñas, ni la última vez que se habían puesto al día.
Siempre había pensado que Chaly sería un padre cojonudo, y después de haber vuelto parecía otro: se preocupaba por ella, la llevaba de viaje a sitios que no conocía, le pintaba un porvenir de película.
Por eso había dado el paso de tener a la niña, jugándose incluso su futuro, ya que no había terminado aún Medicina cuando se había quedado embarazada. Por ese paraíso prometido.
Pero las promesas son aire, humo que se desvanece una vez salen por la boca de la gente. Y cuando ella se dio cuenta la niña ya tenía dos años y su novio no pasaba una noche en casa.
Suspiró.
Se metió en la ducha y dejó que el agua caliente relajase su cuerpo contracturado por el cansancio, los nervios y el estrés del trabajo. Esos pocos minutos. En los que la niña todavía dormía, en los que el silencio ocupaba toda la casa y sólo el ruido del agua al caer y sus pensamientos le acompañaban. Esos pocos minutos eran de ella. Los atesoraba como si fuesen de oro.
Y hoy, en esos momentos, una idea se instaló en su cabeza. Necesitaba esa libertad. Necesitaba volver a sentirse deseada. Se miró al espejo. Siempre había sido guapa. Ahora quizá estaba con una ligera barriga que no había logrado quitarse todavía tras el embarazo, pero seguía siendo guapa. Necesitaba algo más que un compañero de piso. ¿Dónde habían quedado la aventura y las risas que habían sido parte de ella durante toda la vida? ¿Dónde esa picaresca? Estaba decidido.
-"Niñas, quedamos esta noche cuando salga de trabajar, y no quiero un no por respuesta, que además tengo algo importante que contaros..."
- ¡Buenos días, nena!- dijo cogiendo a la niña y lanzándola por el aire- ¿Cómo está la reina de la casa?
- ¡Bien, papi! ¡Hoy vamos a hacer las fotos!
- ¡Sí!- la ató en la sillita- ¿Quieres ver Dora, o Peppa Pig?- dijo encendiendo el dvd del asiento del copiloto.
- No, papi, prefiero las tortugas ninja...
A Marisa y a Chaly se les escapó una risa queda. Se notaba que era hija de ambos. Nada de pasteleo. A la niña le gustaba la acción, por lo que su padre le puso lo que pedía y cerró la puerta.
- Buenos días, cariño, ¿has dormido bien?- dijo dándole un pico, mientras ella se terminaba de recoger un moño.
- Bueno, no te creas... Tenemos que hablar...
- ¿Pasa algo?
- Venga, sabes que pasa algo y que esto ya no tiene solución. ¿Cuánto hace que no lo hacemos? ¿Cuánto que ni siquiera discutimos? Ya nos da igual. Lo sabes tú, lo sé yo, lo saben en la familia... Nosotros no hemos sido nunca de numeritos, ¿te parece que nos hagamos la foto, y luego nos separemos? La niña y yo podemos pasar unos días en casa de mi madre hasta que encuentre algo. Y lo de las visitas a Gloria, joder, somos adultos, nos llevamos bien y los dos la queremos, así que eso no creo que sea problema, ¿verdad?- le acarició la cara, y por primera vez en tiempo, su sonrisa reflejaba tranquilidad.
Chaly se quedó de piedra, pero asintió y subió al coche.
Minutos después, estaban los tres enfrente del fotógrafo.
- ¿Una sonrisita a la cámara, por favor?
Gloria estaba desembalando las fotos una de las cajas. Por fin tenía su propio piso. Cuando vio una. Sonrió y no pudo evitar que una pequeña lágrima cayese por su mejilla.
Ella tendría unos tres años, y allí estaba, sonriendo feliz, con su madre con otra sonrisa enorme y su padre con aquella sonrisa de medio lado y esa ceja levantada que tanto le gustaba.
Chaly leyó el mensaje de Marisa mientras se miraba en el espejo del ascensor de la emisora. Tenía unas ojeras enormes y la noche se le había hecho larguísima.
-"¿Me dará tiempo de darme una ducha en casa antes de ir?
Esperó la contestación pero no llegaba, por lo que supuso que la respuesta sería un NO. Suspiró y se subió al coche.
- Buenos días, son las ocho y diez de la mañana y ya estamos aquí haciéndole el relevo a nuestro compañero Chaly Martín, que ha estado toda la noche con vosotros poniendo buena música y ahora es mi turno. Recordad tener cuidado si vais en el coche, porque hoy el día se ha levantado lluvioso y según el parte metereológico no va a mejorar, la temperatura es de dieciséis fresquitos grados y os voy a dejar con una canción que sé que a mi compañero le gusta, y como él os ha puesto lo que vosotros queríais, ahora le toca a él... Soy Irene López, esto es Onda FM, y os dejo con el clásico de Oasis "Wonderwall"...
Sonrió mientras tamborileaba en el volante el ritmo de la canción. Irene era una distracción dentro del tedioso mundo en el que se había convertido su vida. Desde que había nacido Gloria, Marisa y él habían vuelto a distanciarse. Ella había vuelto a trabajar en el hospital, a turnos cambiantes y él había conseguido el trabajo de sus sueños en la radio, que le tenía todas las noches de lunes a viernes en el estudio, poniendo música, escuchando los problemas de sus oyentes y comentando desde su perspectiva los problemas del país.
Todo era extrañamente parecido y a la vez distinto a aquel whatsapp que los había juntado de nuevo hacía tres años. Volvían a ser una pareja más de amigos que de novios. Si que hacían cosas juntos, sobre todo por la niña, y no tenían discusiones, pero no había pasión, no había esos momentos íntimos entre ellos desde hacía meses. Y a su mente volvían una y otra vez las dudas. Si él necesitaba sexo, ella estaría en la misma situación. Si cada vez él pensaba más en Irene, seguramente Marisa tendría alguien en quién pensar también. Bajó la ventana y dejó que el aire frío de la mañana le despejase. No. Ahora no podían volver a dejarlo. La niña era muy pequeña. Habría que aguantar. O habría que esconderse. Irene salía a las tres de la tarde de la emisora. A esa hora Marisa entraba en el hospital, y una vez hechas las fotos, Gloria estaría hasta bien entrada la tarde en la guardería.
- "Irene, ¿te apetece comer algo conmigo después de currar?
-"¿Me dará tiempo de darme una ducha en casa antes de ir?
Miró el reloj. Las ocho de la mañana. Aún tenía que ducharse ella, duchar a la niña y darle el desayuno, hacer las camas y recoger un poco la cocina. En tres horas tendrían que hacerse la foto, llevar a Gloria a la guardería y ella tendría que ir, como siempre, sola a hacer la compra. Era la misma guerra diaria. Chaly sólo pensaba en él. No recordaba la última vez que había tenido tiempo para ella, para ir a la peluquería, de compras, o para tirarse en bermudas en un sofá y verse el maratón de pelis de Alien contra Depredador sin un "Mami" o un "Cariño, ¿puedes ir tú a los recados? Llevo trabajando toda la noche...". No recordaba la última copa que se había tomado con Tania y las niñas, ni la última vez que se habían puesto al día.
Siempre había pensado que Chaly sería un padre cojonudo, y después de haber vuelto parecía otro: se preocupaba por ella, la llevaba de viaje a sitios que no conocía, le pintaba un porvenir de película.
Por eso había dado el paso de tener a la niña, jugándose incluso su futuro, ya que no había terminado aún Medicina cuando se había quedado embarazada. Por ese paraíso prometido.
Pero las promesas son aire, humo que se desvanece una vez salen por la boca de la gente. Y cuando ella se dio cuenta la niña ya tenía dos años y su novio no pasaba una noche en casa.
Suspiró.
Se metió en la ducha y dejó que el agua caliente relajase su cuerpo contracturado por el cansancio, los nervios y el estrés del trabajo. Esos pocos minutos. En los que la niña todavía dormía, en los que el silencio ocupaba toda la casa y sólo el ruido del agua al caer y sus pensamientos le acompañaban. Esos pocos minutos eran de ella. Los atesoraba como si fuesen de oro.
Y hoy, en esos momentos, una idea se instaló en su cabeza. Necesitaba esa libertad. Necesitaba volver a sentirse deseada. Se miró al espejo. Siempre había sido guapa. Ahora quizá estaba con una ligera barriga que no había logrado quitarse todavía tras el embarazo, pero seguía siendo guapa. Necesitaba algo más que un compañero de piso. ¿Dónde habían quedado la aventura y las risas que habían sido parte de ella durante toda la vida? ¿Dónde esa picaresca? Estaba decidido.
-"Niñas, quedamos esta noche cuando salga de trabajar, y no quiero un no por respuesta, que además tengo algo importante que contaros..."
- ¡Buenos días, nena!- dijo cogiendo a la niña y lanzándola por el aire- ¿Cómo está la reina de la casa?
- ¡Bien, papi! ¡Hoy vamos a hacer las fotos!
- ¡Sí!- la ató en la sillita- ¿Quieres ver Dora, o Peppa Pig?- dijo encendiendo el dvd del asiento del copiloto.
- No, papi, prefiero las tortugas ninja...
A Marisa y a Chaly se les escapó una risa queda. Se notaba que era hija de ambos. Nada de pasteleo. A la niña le gustaba la acción, por lo que su padre le puso lo que pedía y cerró la puerta.
- Buenos días, cariño, ¿has dormido bien?- dijo dándole un pico, mientras ella se terminaba de recoger un moño.
- Bueno, no te creas... Tenemos que hablar...
- ¿Pasa algo?
- Venga, sabes que pasa algo y que esto ya no tiene solución. ¿Cuánto hace que no lo hacemos? ¿Cuánto que ni siquiera discutimos? Ya nos da igual. Lo sabes tú, lo sé yo, lo saben en la familia... Nosotros no hemos sido nunca de numeritos, ¿te parece que nos hagamos la foto, y luego nos separemos? La niña y yo podemos pasar unos días en casa de mi madre hasta que encuentre algo. Y lo de las visitas a Gloria, joder, somos adultos, nos llevamos bien y los dos la queremos, así que eso no creo que sea problema, ¿verdad?- le acarició la cara, y por primera vez en tiempo, su sonrisa reflejaba tranquilidad.
Chaly se quedó de piedra, pero asintió y subió al coche.
Minutos después, estaban los tres enfrente del fotógrafo.
- ¿Una sonrisita a la cámara, por favor?
Gloria estaba desembalando las fotos una de las cajas. Por fin tenía su propio piso. Cuando vio una. Sonrió y no pudo evitar que una pequeña lágrima cayese por su mejilla.
Ella tendría unos tres años, y allí estaba, sonriendo feliz, con su madre con otra sonrisa enorme y su padre con aquella sonrisa de medio lado y esa ceja levantada que tanto le gustaba.
martes, 12 de septiembre de 2017
Buenos días
De esta no te escapas, hermano, ya puedes intentar esconderte, desaparecer, mimetizarte con un árbol cuan camaleón, pero ten por seguro que te encuentro...
Reza, pide ayuda, que a mi la verdad, me la bufa. Así que anda, ve despidiéndote del público, que te concedo eso.
Apareceré en el medio de la noche, o quizá del día. Puede que esté allí ahora, cuando te levantes a mear, esperándote con un cuchillo bailando entre mis dedos, una sonrisa en la cara y los ojos inyectados en sangre. No sé si cortarte en trocitos para que los forenses recuerden su infancia montando puzzles, me lo estoy pensando.
Y lo mejor es que no me estás viendo pero yo a ti sí. Ahí estás, tan tranquilo, cogiendo galletas y leche, con legañas en los ojos y rascándote el culo por dentro del gallumbo, cacho cerdo.
Sé que mucha gente alucinará al encender la televisión y ver que su querido pueblo en el que nunca pasa nada, es noticia por el más brutal asesinato de la historia de este país, pero también sé que otros muchos se alegrarán y me envidiarán por no haberlo hecho ellos.
Pero quiero disfrutar de esto. Te voy a seguir a una distancia prudencial. Por dentro estoy disfrutando más que un niño con su juguete preferido el día de Reyes y de tanto reírme hasta está empezando a dolerme la mandíbula. No sabes lo bien que me lo estoy pasando, tío. Quizá uno de los mayores placeres de la caza no sea la caza en sí, si no ese momento, agazapado, en el que sé lo que va a pasar a continuación, pero tú, mi presa, no tienes la más remota idea.
Cuando acabe esto, pienso ir a comerme un buen plato de pulpo, incluso lleno de sangre, imagina lo igual que me da todo mientras tú estés a tres metros bajo tierra.
Casi las diez de la mañana y entras en la ducha. Quizá como en Psicosis empiezas a tener miedo al oír cosas fuera. "Estoy solo en casa", supongo que pensarás, mientras intentas tranquilizarte y meter ese cuerpo escombro en el agua. Pero no, no estás solo. Dile hola a mi amiguito. Bueno, no, dejemos que sea él quién te salude. Pero todavía no. Me doy una vuelta por tu piso mientras oigo como destrozas una canción de Bon Jovi en el baño, creyéndote que estás ante diez mil espectadores en el Madison Square Garden.
Tu ropa hortera tirada en la cama, tu móvil desbloqueado, con el whatssapp abierto.
Bingo. Voy a echar una ojeada.
Las arcadas que me entran al ver tus conversaciones hacen que casi me precipite y entre en el servicio a potarte encima mientras te acuchillo, pero consigo controlarme. Si antes lo tenía claro, ahora se han multiplicado mis ganas de hacerte daño.
Abro una ventana y el aire me relaja y hace que las naúseas que me han provocado ver tus fotos se evaporen y oigo que sales de la ducha.
Acaba de llegar mi momento. Oigo redobles de tambor en mi cabeza y empiezo a dar pequeños saltitos de emoción.
Entras en tu habitación. Estrujas un bote de gomina que estaba tirado en el suelo y te echas como un kilo en la mano, mientras te lo untas en el pelo hacia atrás.
Aún no me has visto.
Y a mi me encanta la teatralidad.
Me pongo en el ángulo exacto para que al mirarte en el espejo para colocar esos cuatro pelos que tienes, mi reflejo te sorprenda.
Tu cara de susto es impagable, y mi saludito de niño bueno no hace más que acrecentarla.
- Buenos días, hijo de puta- digo en tono jovial, mientras salto a tu cuello.
Reza, pide ayuda, que a mi la verdad, me la bufa. Así que anda, ve despidiéndote del público, que te concedo eso.
Apareceré en el medio de la noche, o quizá del día. Puede que esté allí ahora, cuando te levantes a mear, esperándote con un cuchillo bailando entre mis dedos, una sonrisa en la cara y los ojos inyectados en sangre. No sé si cortarte en trocitos para que los forenses recuerden su infancia montando puzzles, me lo estoy pensando.
Y lo mejor es que no me estás viendo pero yo a ti sí. Ahí estás, tan tranquilo, cogiendo galletas y leche, con legañas en los ojos y rascándote el culo por dentro del gallumbo, cacho cerdo.
Sé que mucha gente alucinará al encender la televisión y ver que su querido pueblo en el que nunca pasa nada, es noticia por el más brutal asesinato de la historia de este país, pero también sé que otros muchos se alegrarán y me envidiarán por no haberlo hecho ellos.
Pero quiero disfrutar de esto. Te voy a seguir a una distancia prudencial. Por dentro estoy disfrutando más que un niño con su juguete preferido el día de Reyes y de tanto reírme hasta está empezando a dolerme la mandíbula. No sabes lo bien que me lo estoy pasando, tío. Quizá uno de los mayores placeres de la caza no sea la caza en sí, si no ese momento, agazapado, en el que sé lo que va a pasar a continuación, pero tú, mi presa, no tienes la más remota idea.
Cuando acabe esto, pienso ir a comerme un buen plato de pulpo, incluso lleno de sangre, imagina lo igual que me da todo mientras tú estés a tres metros bajo tierra.
Casi las diez de la mañana y entras en la ducha. Quizá como en Psicosis empiezas a tener miedo al oír cosas fuera. "Estoy solo en casa", supongo que pensarás, mientras intentas tranquilizarte y meter ese cuerpo escombro en el agua. Pero no, no estás solo. Dile hola a mi amiguito. Bueno, no, dejemos que sea él quién te salude. Pero todavía no. Me doy una vuelta por tu piso mientras oigo como destrozas una canción de Bon Jovi en el baño, creyéndote que estás ante diez mil espectadores en el Madison Square Garden.
Tu ropa hortera tirada en la cama, tu móvil desbloqueado, con el whatssapp abierto.
Bingo. Voy a echar una ojeada.
Las arcadas que me entran al ver tus conversaciones hacen que casi me precipite y entre en el servicio a potarte encima mientras te acuchillo, pero consigo controlarme. Si antes lo tenía claro, ahora se han multiplicado mis ganas de hacerte daño.
Abro una ventana y el aire me relaja y hace que las naúseas que me han provocado ver tus fotos se evaporen y oigo que sales de la ducha.
Acaba de llegar mi momento. Oigo redobles de tambor en mi cabeza y empiezo a dar pequeños saltitos de emoción.
Entras en tu habitación. Estrujas un bote de gomina que estaba tirado en el suelo y te echas como un kilo en la mano, mientras te lo untas en el pelo hacia atrás.
Aún no me has visto.
Y a mi me encanta la teatralidad.
Me pongo en el ángulo exacto para que al mirarte en el espejo para colocar esos cuatro pelos que tienes, mi reflejo te sorprenda.
Tu cara de susto es impagable, y mi saludito de niño bueno no hace más que acrecentarla.
- Buenos días, hijo de puta- digo en tono jovial, mientras salto a tu cuello.
martes, 5 de septiembre de 2017
La Luna
Sabía que una tirada más a esos dados que quemaban en su mano, un paso más hacia el abismo que se extendía bajo sus pies o un minuto más en aquella pesadilla acabarían con su cordura.
Nada presagiaba que en el horizonte algo fuese a cambiar. Nada. Todo seguiría igual.
Pero los pasos que había necesitado para llegar hasta ese punto los habían dado sus pies. No podía quejarse de que el destino hubiese sido cruel.
Ella seguía ahí, como una estatua, pidiendo que no se fuese, que se quedase ayudándola y a la vez creando un círculo de fuego a su alrededor.
Él saltó hacia el fuego, pero las llamas lo repelían. Le daban igual las quemaduras, le daba igual el humo que sus pulmones estaban inhalando, solo quería sacarla de ahí.
"Dile adios", decía una voz en su cabeza, pero las palabras nunca llegaban a su boca. Incluso se tropezaba sólo de pensar en que nunca más la vería. No podía luchar contra ese impulso que le salía de lo más profundo de su ser.
¿Qué sería del mundo sin que ella le diese sentido?
No quería ni imaginárselo.
No. No quería recordarlo.
Aquellos meses en los que voluntariamente se puso una venda en los ojos y decidió alejarse, vivir en una supuesta libertad: Sonreía, bailaba, jugaba, parecía que se divertía. Sólo era una máscara, por dentro estaba vacío.
Y, al igual que la luna, él no podía dejar de orbitar a su alrededor, y siempre acababa volviendo.
Volvía. Volvía a darse. Volvía aún a sabiendas del dolor. Volvía a pesar de que, como Ícaro, volar cerca de su sol, acabase quemando sus alas. Volvía porque recordaba el sabor de sus labios, el tacto de sus dedos, la calidez de su voz. Volvía porque sabía que todas las fuerzas que le quedaban serían para ella.
Nada presagiaba que en el horizonte algo fuese a cambiar. Nada. Todo seguiría igual.
Pero los pasos que había necesitado para llegar hasta ese punto los habían dado sus pies. No podía quejarse de que el destino hubiese sido cruel.
Ella seguía ahí, como una estatua, pidiendo que no se fuese, que se quedase ayudándola y a la vez creando un círculo de fuego a su alrededor.
Él saltó hacia el fuego, pero las llamas lo repelían. Le daban igual las quemaduras, le daba igual el humo que sus pulmones estaban inhalando, solo quería sacarla de ahí.
"Dile adios", decía una voz en su cabeza, pero las palabras nunca llegaban a su boca. Incluso se tropezaba sólo de pensar en que nunca más la vería. No podía luchar contra ese impulso que le salía de lo más profundo de su ser.
¿Qué sería del mundo sin que ella le diese sentido?
No quería ni imaginárselo.
No. No quería recordarlo.
Aquellos meses en los que voluntariamente se puso una venda en los ojos y decidió alejarse, vivir en una supuesta libertad: Sonreía, bailaba, jugaba, parecía que se divertía. Sólo era una máscara, por dentro estaba vacío.
Y, al igual que la luna, él no podía dejar de orbitar a su alrededor, y siempre acababa volviendo.
Volvía. Volvía a darse. Volvía aún a sabiendas del dolor. Volvía a pesar de que, como Ícaro, volar cerca de su sol, acabase quemando sus alas. Volvía porque recordaba el sabor de sus labios, el tacto de sus dedos, la calidez de su voz. Volvía porque sabía que todas las fuerzas que le quedaban serían para ella.
miércoles, 16 de agosto de 2017
La Boca del Lobo
Tiene esa mirada que podría ahogarte en un charco de lluvia, de las que absorben tu energía hasta que desfalleces para meterte en una caja y dejarte allí el tiempo que quiera.
Tiene esa capacidad de hacer que entres en las arenas movedizas tranquilamente, sin miedo a ser absorbido, o de probar siempre su carne aún a riesgo de que esté envenenada, sólo por salvar su vida.
Y no, nunca espera, siempre tiene un nuevo requerimiento, una nueva pena, un nuevo deseo, una nueva queja, un nuevo ritmo para que la gente baile a su son.
Tiene ese "no se qué, que qué se yo" que consigue que dés la vuelta al mundo sólo por ver una nueva sonrisa en sus ojos, a pesar de que sufras en el intento.
Tiene el cuchillo y la pistola, y te la da, sin necesidad de decir nada más, para que hagas sus deseos realidad.
Tiene el cuerpo que siempre soñaste, y que cuando ibas a alcanzar despertabas.
Tiene la cuerda que te saca del pozo, siempre enrollada en su hombro.
Tiene todo eso porque tú se lo has dado.
Has decidido eso.
Te gusta vivir en la boca del lobo.
Tiene esa capacidad de hacer que entres en las arenas movedizas tranquilamente, sin miedo a ser absorbido, o de probar siempre su carne aún a riesgo de que esté envenenada, sólo por salvar su vida.
Y no, nunca espera, siempre tiene un nuevo requerimiento, una nueva pena, un nuevo deseo, una nueva queja, un nuevo ritmo para que la gente baile a su son.
Tiene ese "no se qué, que qué se yo" que consigue que dés la vuelta al mundo sólo por ver una nueva sonrisa en sus ojos, a pesar de que sufras en el intento.
Tiene el cuchillo y la pistola, y te la da, sin necesidad de decir nada más, para que hagas sus deseos realidad.
Tiene el cuerpo que siempre soñaste, y que cuando ibas a alcanzar despertabas.
Tiene la cuerda que te saca del pozo, siempre enrollada en su hombro.
Tiene todo eso porque tú se lo has dado.
Has decidido eso.
Te gusta vivir en la boca del lobo.
viernes, 21 de julio de 2017
El Primer Maquillaje Del Día
Se despertó.
La habitación ya tenía un pequeño hilo de luz que entraba por la ventana.
Al lado de la cama tenía un espejo.
Los ojos rojos, las ojeras hasta los pies, la nariz moqueando, las comisuras de los labios tan abajo como la sonrisa de un payaso triste.
Se agarró a la cómoda que estaba debajo del espejo.
"TODO ESTO VALE LA PENA" dijo en un susurro.
Las tareas, los problemas, lo que le iba a tocar hacer ese día, abordaron sus pensamientos como corsarios en las Indias Españolas.
Una lágrima caliente surcó su cara, mientras apretaba los dientes y clavaba las uñas en la madera.
"TODO ESTO VALE LA PENA" repitió varias veces.
Volvió a levantar la cabeza: Las lágrimas ya estaban secas, la mirada firme y convencida, y una pequeña, casi ínfima sonrisa se hacía un espacio en su cara.
La habitación ya tenía un pequeño hilo de luz que entraba por la ventana.
Al lado de la cama tenía un espejo.
Los ojos rojos, las ojeras hasta los pies, la nariz moqueando, las comisuras de los labios tan abajo como la sonrisa de un payaso triste.
Se agarró a la cómoda que estaba debajo del espejo.
"TODO ESTO VALE LA PENA" dijo en un susurro.
Las tareas, los problemas, lo que le iba a tocar hacer ese día, abordaron sus pensamientos como corsarios en las Indias Españolas.
Una lágrima caliente surcó su cara, mientras apretaba los dientes y clavaba las uñas en la madera.
"TODO ESTO VALE LA PENA" repitió varias veces.
Volvió a levantar la cabeza: Las lágrimas ya estaban secas, la mirada firme y convencida, y una pequeña, casi ínfima sonrisa se hacía un espacio en su cara.
viernes, 2 de junio de 2017
No Sé Qué
A veces pienso que sería de mí sin esas respuestas que de pronto te salen, esas que atraerían a tu Brad Pitt de turno y a la vez lo echarían a aprender cómo hablarte...
Me gusta verte de lejos, observar cómo funcionas, cómo haces que todo gire a tu alrededor, y preguntarme qué es lo que maneja esa pequeña cabeza loca que tanto adoro...
Y la verdad, ser espectador de ese espectáculo es algo que siempre te agradeceré, porque eres la loca que siempre quise tener cerca.
Y creo que eso es lo que hace que te quiera, esa manera tan tuya de funcionar, esas salidas perfectas, esos momentos nuestros.
Y no sé cómo decirte, de veras, que con un chándal y un día chungo sigues teniendo ese no sé qué... Y que da igual el día, sé que lo vas a atacar con la fuerza que necesita porque sabes que, si resbalas, mi mano siempre estará ahí para que la agarres.
Sabes que eres mi mente, mi otra mitad, mi vida y lo único dulce que me gusta.
Grita, rompe, lucha y destroza lo que necesites, seré el que sentado en el capó aplauda lo que hagas porque necesitas expresarte.
Escribe, baila, canta, dibuja lo que necesites, seré el que sentado en el capó aplauda lo que hagas porque necesitas expresarte.
Porque sólo tú eres la persona en la que he conseguido ver quién quiero ser.
Me gusta verte de lejos, observar cómo funcionas, cómo haces que todo gire a tu alrededor, y preguntarme qué es lo que maneja esa pequeña cabeza loca que tanto adoro...
Y la verdad, ser espectador de ese espectáculo es algo que siempre te agradeceré, porque eres la loca que siempre quise tener cerca.
Y creo que eso es lo que hace que te quiera, esa manera tan tuya de funcionar, esas salidas perfectas, esos momentos nuestros.
Y no sé cómo decirte, de veras, que con un chándal y un día chungo sigues teniendo ese no sé qué... Y que da igual el día, sé que lo vas a atacar con la fuerza que necesita porque sabes que, si resbalas, mi mano siempre estará ahí para que la agarres.
Sabes que eres mi mente, mi otra mitad, mi vida y lo único dulce que me gusta.
Grita, rompe, lucha y destroza lo que necesites, seré el que sentado en el capó aplauda lo que hagas porque necesitas expresarte.
Escribe, baila, canta, dibuja lo que necesites, seré el que sentado en el capó aplauda lo que hagas porque necesitas expresarte.
Porque sólo tú eres la persona en la que he conseguido ver quién quiero ser.
miércoles, 17 de mayo de 2017
Asi se le llama
Asomarte al alma de alguien,
Adivinar lo que piensa en una mirada,
Conocer cada segundo de sus anhelos,
Y soltar su mano cuando quiere volar,
Dejar que no sean tus brazos quiénes lleven,
Pero sí acompañen sus movimientos.
A eso se le puede llamar amor.
Que un "siempre" tenga su significado real,
Que sea por y para,
Que no te entre miedo porque vea tus miedos
Que las palabras sobren y sea el tacto quién mande,
Respirar acompasados, saberte su sabor,
Ser una mente en distintos cuerpos.
A eso se le puede llamar amor.
Darle la fuerza necesaria para afrontarlo todo,
Y momentos de risas, fiesta y paz,
Saber que estaréis el uno con el otro contra viento y marea,
A eso se le puede llamar amor...
Lo otro, os lo dejo a los demás...
Adivinar lo que piensa en una mirada,
Conocer cada segundo de sus anhelos,
Y soltar su mano cuando quiere volar,
Dejar que no sean tus brazos quiénes lleven,
Pero sí acompañen sus movimientos.
A eso se le puede llamar amor.
Que un "siempre" tenga su significado real,
Que sea por y para,
Que no te entre miedo porque vea tus miedos
Que las palabras sobren y sea el tacto quién mande,
Respirar acompasados, saberte su sabor,
Ser una mente en distintos cuerpos.
A eso se le puede llamar amor.
Darle la fuerza necesaria para afrontarlo todo,
Y momentos de risas, fiesta y paz,
Saber que estaréis el uno con el otro contra viento y marea,
A eso se le puede llamar amor...
Lo otro, os lo dejo a los demás...
lunes, 8 de mayo de 2017
Arturo Pérez-Reverte y nosotros.
Aluciné. Estaba en el descanso de un rodaje cuando vi que era Trending Topic. Pensé por qué habría podido ser. ¿Quizá alguien se había inventado mi muerte? Repasé mentalmente si había tenido algún descuido con la ropa, que ya sabemos cómo es la prensa amarilla, y más la americana.
Cuál fue mi sorpresa al descubrir que era por un artículo de un escritor español, que se inventó una historia en la que yo quedaba como la mala porque no me hice una foto con uno de sus amigos.
Y la cosa es que lo recuerdo, estaban los seis en una mesa, a poca distancia de dónde mi marido y yo estábamos sentados.
Conozco a ese escritor, lo he visto tras enterarme que escribió un culebrón mejicano llamado La Reina del Sur, y la verdad, pierde mucho, como el mismo dice, en carne mortal.
Unos veinte minutos después de escucharlos susurrar mientras miraban para nosotros, uno de ellos, el más joven, se acercó, diciendo que era un escritor importante y que quería que me sacase una foto con él.
Normalmente no tengo problemas en sacarme una foto con nadie, pero si te tiras media cena mirándome y babeando sin ningún tipo de pudor hacia mi, entiende que a lo mejor me eche para atrás. El chico se volvió a la mesa entre las risas de sus amigos, mientras yo intentaba que mi marido se relajase, disfrutase de la cena y no montase una escena en aquel restaurante madrileño (al que por supuesto, no pienso volver, que hasta el maitre se acercaba a ellos y cuchicheaba) porque me imaginaba los titulares del día siguiente: "Christina Hendricks y su marido la lían en España".
Cuando nos fuimos, me fotografié con la gente que estaba allí, sonriendo, porque además de disfrutar con los fans, en el fondo me alegraba por haberle dado en los morros a ese viejo y sus amigos machotes.
Cuál fue mi sorpresa al descubrir que era por un artículo de un escritor español, que se inventó una historia en la que yo quedaba como la mala porque no me hice una foto con uno de sus amigos.
Y la cosa es que lo recuerdo, estaban los seis en una mesa, a poca distancia de dónde mi marido y yo estábamos sentados.
Conozco a ese escritor, lo he visto tras enterarme que escribió un culebrón mejicano llamado La Reina del Sur, y la verdad, pierde mucho, como el mismo dice, en carne mortal.
Unos veinte minutos después de escucharlos susurrar mientras miraban para nosotros, uno de ellos, el más joven, se acercó, diciendo que era un escritor importante y que quería que me sacase una foto con él.
Normalmente no tengo problemas en sacarme una foto con nadie, pero si te tiras media cena mirándome y babeando sin ningún tipo de pudor hacia mi, entiende que a lo mejor me eche para atrás. El chico se volvió a la mesa entre las risas de sus amigos, mientras yo intentaba que mi marido se relajase, disfrutase de la cena y no montase una escena en aquel restaurante madrileño (al que por supuesto, no pienso volver, que hasta el maitre se acercaba a ellos y cuchicheaba) porque me imaginaba los titulares del día siguiente: "Christina Hendricks y su marido la lían en España".
Cuando nos fuimos, me fotografié con la gente que estaba allí, sonriendo, porque además de disfrutar con los fans, en el fondo me alegraba por haberle dado en los morros a ese viejo y sus amigos machotes.
jueves, 4 de mayo de 2017
Start Again
Se levantó y algo había cambiado dentro de su cabeza.
Fuera, aquel cuatro de mayo, era demasiado frío, demasiado lluvioso, demasiado negro.
Encendió la luz de la mesilla de noche, y el espejo situado en la pared le devolvió su imagen: pelo enmarañado, marcas de la almohada y un fuego que nunca había visto en sus ojos.
Normalmente era una persona tranquila, paciente, comprensiva. Pero aquella noche, aquel sueño, quizá aguantar todo lo que llevaba sobre los hombros, había cambiado por completo su forma de sentir, de ser, de pensar.
Su sueño, y no por falta de lucha por su parte, se había desvanecido, como la niebla tras pasar por un lago en invierno, y eso había hecho que su paciencia dijese "basta, aquí he llegado y de aquí no me muevo".
Se metió en el baño, abrió el grifo del agua fría y dejó que ese primer chorro helado desentumeciese sus músculos, todavía dormidos.
Un plan empezaba a gestarse en su mente. Un plan, que como todos los planes buenos, surgía a poquitos, casi sin quererlo, como si siempre hubiese estado allí y ahora, de pronto, se empezase a vislumbrar con toda la claridad del mundo.
Mezcló el agua y un nuevo chorro caliente relajó sus músculos. Se frotó la cara mientras miraba caer el agua, se desenjabonó el pelo y salió.
Todo estaba decidido, iba a ser hoy.
Vaqueros, camiseta, tenis, llaves, cartera, tabaco, mechero, móvil. Todo estaba en su sitio. La rutina diaria que ahora cambiaría.
Ya no quería volver a ocultar su verdad, no quería volver a ser el escudo de nadie, no quería volver a ser esa persona que siempre estaba para todo el mundo sin esperar nada a cambio, ese monstruo que le estaba comiendo por dentro y al que quería expulsar y ver cómo sería su vida sin todo aquello, sin relacionarse con gente que le absorbiese energía, recursos, su VIDA.
"Me van a mirar a los ojos y no van a ver a quién conocían, van a conocer a quién quiero llegar a ser, el que quiera acercarse tendrá que soportar este fuego, esta explosión de mi ser, esta luz en mi oscuridad."
Salió de casa, se subió al coche y la música resonó, atronando. El destino era claro y condujo sin prisas, disfrutando de cada nota, disfrutando de cada curva, disfrutando de cada imagen que el camino le brindaba.
Se había acabado esa pantomima, esa obra de teatro bufo que era su vida, en la que los que más le sonreían eran los primeros en traicionar su confianza.
Era hora de ajustar cuentas.
Hora de dejar de actuar como todos le decían.
Hora de controlar su propio destino.
Hora de dejar ir a esa persona que no reconocía en la imagen del espejo de su habitación.
Sus ojos brillaban todavía, con un fulgor fuerte, con determinación.
Respiró hondo, metió la llave en la puerta en la que todos sus problemas esperaban y, por primera vez en el día, sonrió.
Comenzaba el reinicio.
Fuera, aquel cuatro de mayo, era demasiado frío, demasiado lluvioso, demasiado negro.
Encendió la luz de la mesilla de noche, y el espejo situado en la pared le devolvió su imagen: pelo enmarañado, marcas de la almohada y un fuego que nunca había visto en sus ojos.
Normalmente era una persona tranquila, paciente, comprensiva. Pero aquella noche, aquel sueño, quizá aguantar todo lo que llevaba sobre los hombros, había cambiado por completo su forma de sentir, de ser, de pensar.
Su sueño, y no por falta de lucha por su parte, se había desvanecido, como la niebla tras pasar por un lago en invierno, y eso había hecho que su paciencia dijese "basta, aquí he llegado y de aquí no me muevo".
Se metió en el baño, abrió el grifo del agua fría y dejó que ese primer chorro helado desentumeciese sus músculos, todavía dormidos.
Un plan empezaba a gestarse en su mente. Un plan, que como todos los planes buenos, surgía a poquitos, casi sin quererlo, como si siempre hubiese estado allí y ahora, de pronto, se empezase a vislumbrar con toda la claridad del mundo.
Mezcló el agua y un nuevo chorro caliente relajó sus músculos. Se frotó la cara mientras miraba caer el agua, se desenjabonó el pelo y salió.
Todo estaba decidido, iba a ser hoy.
Vaqueros, camiseta, tenis, llaves, cartera, tabaco, mechero, móvil. Todo estaba en su sitio. La rutina diaria que ahora cambiaría.
Ya no quería volver a ocultar su verdad, no quería volver a ser el escudo de nadie, no quería volver a ser esa persona que siempre estaba para todo el mundo sin esperar nada a cambio, ese monstruo que le estaba comiendo por dentro y al que quería expulsar y ver cómo sería su vida sin todo aquello, sin relacionarse con gente que le absorbiese energía, recursos, su VIDA.
"Me van a mirar a los ojos y no van a ver a quién conocían, van a conocer a quién quiero llegar a ser, el que quiera acercarse tendrá que soportar este fuego, esta explosión de mi ser, esta luz en mi oscuridad."
Salió de casa, se subió al coche y la música resonó, atronando. El destino era claro y condujo sin prisas, disfrutando de cada nota, disfrutando de cada curva, disfrutando de cada imagen que el camino le brindaba.
Se había acabado esa pantomima, esa obra de teatro bufo que era su vida, en la que los que más le sonreían eran los primeros en traicionar su confianza.
Era hora de ajustar cuentas.
Hora de dejar de actuar como todos le decían.
Hora de controlar su propio destino.
Hora de dejar ir a esa persona que no reconocía en la imagen del espejo de su habitación.
Sus ojos brillaban todavía, con un fulgor fuerte, con determinación.
Respiró hondo, metió la llave en la puerta en la que todos sus problemas esperaban y, por primera vez en el día, sonrió.
Comenzaba el reinicio.
martes, 24 de enero de 2017
¿Sabe Por Qué Le He Parado?
- Estaba apoyado en el capó del coche, abrigado como un esquimal mientras me fumaba un cigarro a pie de playa.
Es una manera de relajarme cuando los problemas me agobian: Pillar, irme a un sitio en el que sepa positivamente que no hay nadie y allí poner la música muy alta y fumar tranquilamente. En serio, es muy recomendable. Ves el sol, que siempre apacigua los ánimos, notas el frío procedente del mar, que espabila las buenas ideas y disfrutas del sonido envolvente de las canciones que suenan por los altavoces.
Pero el problema no se iba. Seguía allí. Clavado.
"Unos alicates", recuerdo que pensé, "unos alicates me vendrían ahora mismo de perlas". Sonreí fantaseando con la imagen de la dueña de mis desvelos siendo sacada de mi cabeza por un carpintero con un buzo azul diciendo: "No sé quién le habrá puesto eso ahí, pero menuda chapuza, amigo" mientras escupe al suelo.
La rabia empezó a subirme a toda velocidad a la cabeza e imaginé (como véis, soy muy dado a montar peliculas) a un par de personas a las que no les acabo de tener mucha devoción ni cariño, retorciéndose y rogando perdón, y, cuando quise darme cuenta, el pitillo estaba ya en el suelo y yo estaba acelerando saliendo del párking de la playa.
"Tranquilo", me dije, "sólo concéntrate en la carretera", intentaba decirme en voz alta, mientras mi mente unía los puntos necesarios para llevar a cabo mi plan: Cajero. Campamento. Pistola. Cajero. Campamento. Pistola. Cajero. Campamento. Pistola.
Aceleré y tomé dos curvas seguidas como si de un tramo de rally se tratase. No tenía miedo, ni siquiera cuando pasé rozando a otro coche, al que dejé pitándome atrás en apenas unos segundos.
"Moriría por ti". Eso se lo había dicho al poco de conocerla. Y sí, sé que suena a frase hecha de aquí a la Conchinchina, pero en mi caso era real. Era la número uno en mi lista de gente por la que me tiraría delante de un camión o haría el Casillas ante una bala. Ella, y quizá un par de personas más.
Pero esta vez no sería el que se pone delante de la bala, si no el que está detrás, apuntando.
Me bajé del coche, y tras un par de llamadas tenía la pistola en la mano. "Nada de nombres, nunca ha pasado esto, lo que pasa en el campamento, se queda en el campamento".
Pagué y me fui acelerando de nuevo.
"Sólo concéntrate en la carretera", volví a repetirme.
Le iba a meter una bala en la cabeza a una persona.
Sabía que esa persona se iba a morir al momento.
Sabía que se iba a morir sin saber por qué, aunque se lo oliese.
Sabía que yo iba a pasar unos quince años muy fresquitos en una celda de dos por dos.
Y me daba igual.
Pero, ¿y ella? Ella se iba a quedar completamente sola.
"Bah, es dura", pensé, "Saldrá adelante sin mi, sin este y sin nadie, puede con todo"
"Sí", me contesté, sintiéndome Gollum por un momento, "Pero no es lo mismo ver cómo dos personas que han formado parte de tu vida en diversos momentos, PUM, de golpe y porrazo, desaparecen"
No pude hacer otra cosa que darme la razón (que además es una de las cosas que más me gusta).
Pero ya tenía la pistola. Tenía la adrenalina a máximo nivel y estaba llegando a la puerta de la fábrica en la que aquel bastardo trabajaba. De hecho lo estaba viendo, apoyado en la pared, riéndose con sus compañeros de algo que estaban contando.
"Frena", volví a oír mi voz, que sonó autoritaria, "es muy fácil tomar la decisión de quitar a este rastrojo de en medio, ¿te has planteado que tu novia a lo mejor lo que necesita es que la apoyes en esto? No que le soluciones el problema, y menos de esta manera, si no que te comas la mierda orgullo ese que tienes y estés al pie del cañón?"
"¡¡EHH!! Un poquito de relax con la manera de decir las cosas"
"No, tío, no, piensa en ella, tú mismo dijiste antes que es dura, pero la conoces, sabes que no aguantaría ese palo, ¿su novio en la cárcel y el hijo de puta de su ex muerto? Venga, es carne de psiquiátrico, o de hacer puenting sin red, y si yo lo sé, tú también, que para algo somos la misma persona".
Tenía razón.
A veces tomar la solución fácil de acabar con la rabia matando al perro no es la mejor.
-¿Y esa es la explicación que usted me da para tener un arma en el asiento del copiloto?- dijo el guardia civil, sorprendido por lo que acababa de escuchar.
Es una manera de relajarme cuando los problemas me agobian: Pillar, irme a un sitio en el que sepa positivamente que no hay nadie y allí poner la música muy alta y fumar tranquilamente. En serio, es muy recomendable. Ves el sol, que siempre apacigua los ánimos, notas el frío procedente del mar, que espabila las buenas ideas y disfrutas del sonido envolvente de las canciones que suenan por los altavoces.
Pero el problema no se iba. Seguía allí. Clavado.
"Unos alicates", recuerdo que pensé, "unos alicates me vendrían ahora mismo de perlas". Sonreí fantaseando con la imagen de la dueña de mis desvelos siendo sacada de mi cabeza por un carpintero con un buzo azul diciendo: "No sé quién le habrá puesto eso ahí, pero menuda chapuza, amigo" mientras escupe al suelo.
La rabia empezó a subirme a toda velocidad a la cabeza e imaginé (como véis, soy muy dado a montar peliculas) a un par de personas a las que no les acabo de tener mucha devoción ni cariño, retorciéndose y rogando perdón, y, cuando quise darme cuenta, el pitillo estaba ya en el suelo y yo estaba acelerando saliendo del párking de la playa.
"Tranquilo", me dije, "sólo concéntrate en la carretera", intentaba decirme en voz alta, mientras mi mente unía los puntos necesarios para llevar a cabo mi plan: Cajero. Campamento. Pistola. Cajero. Campamento. Pistola. Cajero. Campamento. Pistola.
Aceleré y tomé dos curvas seguidas como si de un tramo de rally se tratase. No tenía miedo, ni siquiera cuando pasé rozando a otro coche, al que dejé pitándome atrás en apenas unos segundos.
"Moriría por ti". Eso se lo había dicho al poco de conocerla. Y sí, sé que suena a frase hecha de aquí a la Conchinchina, pero en mi caso era real. Era la número uno en mi lista de gente por la que me tiraría delante de un camión o haría el Casillas ante una bala. Ella, y quizá un par de personas más.
Pero esta vez no sería el que se pone delante de la bala, si no el que está detrás, apuntando.
Me bajé del coche, y tras un par de llamadas tenía la pistola en la mano. "Nada de nombres, nunca ha pasado esto, lo que pasa en el campamento, se queda en el campamento".
Pagué y me fui acelerando de nuevo.
"Sólo concéntrate en la carretera", volví a repetirme.
Le iba a meter una bala en la cabeza a una persona.
Sabía que esa persona se iba a morir al momento.
Sabía que se iba a morir sin saber por qué, aunque se lo oliese.
Sabía que yo iba a pasar unos quince años muy fresquitos en una celda de dos por dos.
Y me daba igual.
Pero, ¿y ella? Ella se iba a quedar completamente sola.
"Bah, es dura", pensé, "Saldrá adelante sin mi, sin este y sin nadie, puede con todo"
"Sí", me contesté, sintiéndome Gollum por un momento, "Pero no es lo mismo ver cómo dos personas que han formado parte de tu vida en diversos momentos, PUM, de golpe y porrazo, desaparecen"
No pude hacer otra cosa que darme la razón (que además es una de las cosas que más me gusta).
Pero ya tenía la pistola. Tenía la adrenalina a máximo nivel y estaba llegando a la puerta de la fábrica en la que aquel bastardo trabajaba. De hecho lo estaba viendo, apoyado en la pared, riéndose con sus compañeros de algo que estaban contando.
"Frena", volví a oír mi voz, que sonó autoritaria, "es muy fácil tomar la decisión de quitar a este rastrojo de en medio, ¿te has planteado que tu novia a lo mejor lo que necesita es que la apoyes en esto? No que le soluciones el problema, y menos de esta manera, si no que te comas la mierda orgullo ese que tienes y estés al pie del cañón?"
"¡¡EHH!! Un poquito de relax con la manera de decir las cosas"
"No, tío, no, piensa en ella, tú mismo dijiste antes que es dura, pero la conoces, sabes que no aguantaría ese palo, ¿su novio en la cárcel y el hijo de puta de su ex muerto? Venga, es carne de psiquiátrico, o de hacer puenting sin red, y si yo lo sé, tú también, que para algo somos la misma persona".
Tenía razón.
A veces tomar la solución fácil de acabar con la rabia matando al perro no es la mejor.
-¿Y esa es la explicación que usted me da para tener un arma en el asiento del copiloto?- dijo el guardia civil, sorprendido por lo que acababa de escuchar.
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