Llevaba unos vaqueros flojos, pero que marcaban su estilizada cintura. Una camiseta blanca, sin dibujos ni estridencias, una camisa vaquera y unos tenis blancos con ribetes rosas. Sus ojos, color caramelo, guardaban secretos, ilusión y tristeza a partes iguales.
Su sonrisa era doble: Cuando sonreía francamente era un espectáculo digno de ver, pero cuando solamente era una risa social, nadie diría que en realidad pensaba en otra cosa.
Cogía el vaso y daba un pequeño sorbo, desapareciendo unos segundos en su mundo particular, al que muy pocos tenían acceso.
Era perfecta, pero nadie más que él lo sabía.
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