jueves, 31 de julio de 2014

La Chica y la Piedra

Estaba a punto de anochecer cuando llegó a su sitio preferido. Se soltó el pelo, se descalzó, y, remangándose la falda, se sentó en una piedra.
Le gustaban mucho aquellas vistas: el mar, enorme y azul, se extendía ante sus ojos verdes, y el sol, pequeño y rojo, parecía mirarla desde el medio del océano, despidiéndose de ella hasta el día siguiente.
Pensaba en cómo le iba el día, en todas las cosas que habían sucedido, en lo que le iba costando sacar el día a día. Hablaba de su novio, de sus momentos buenos, de su futuro juntos... De lo que la querían sus amigos, que, aunque ahora algo alejados, siempre estaban cuando los necesitaba. 
Pero de un tiempo a esta parte, la sonrisa con la que disfrutaba de aquellos minutos ya no estaba. 
Un día, se sentó, y empezó a acariciar la piedra, hablando sola.
"Ya nada es como antes, mira que lucho y lucho porque todo vuelva a la normalidad, pero cada vez cuesta más, es duro, pero sé que jamás bajaré los brazos, yo no era así..." apoyó con fuerza la mano a la piedra, y un nuevo brillo afloró a sus ojos, "Yo no soy así".
Día tras día, volvía allí, siempre a la misma hora, siempre a la misma piedra, y, como conversando con aquel lugar, resumía su vida, y cada vez que se levantaba para volver a casa, un nuevo impulso le hacía afrontar su vida con más energía, más positividad, más amor por sí misma. 
Meses después dejó de ir, había cogido las riendas y al fin había vuelto a ser feliz, se había dado cuenta que lo principal de su vida era ver aquella sonrisa que, tras tanto tiempo de lucha, había recobrado.
Una gota empezó a resbalar encima de aquella piedra en la que siempre se sentaba. 
De tanto escucharla, aquella piedra se había enamorado de la rubia de los ojos verdes.

domingo, 27 de julio de 2014

Los Poemas Perdidos Sin Rima Pt.II

Cuatro años en tu cárcel.
Dibujada en todas mis paredes.
Silueteada en todos mis poros.
Recordada en todos los momentos.
48 meses sin abogado.
48 meses enredado en tus redes.
48 meses colgado a tus lloros.
Recordando todos aquellos momentos.
Tantos días tumbado en este catre.
Tantos sueños tumbados de un plumazo.
Horas y horas buscando una salida,
A un laberinto que yo mismo he creado.
Veo la luz a través de las rejas de la ventana.
Y las sombras me recuerdan tu cara.
Pongo la manta encima de la mía
Pero sigues ahí metida.
La condena esta cumplida,
Y este condenado ya no conoce otra vida.

miércoles, 23 de julio de 2014

Los Poemas Perdidos Sin Rima

"Tenerte grabada a tinta en la piel.
Tenerte grabada a base de recuerdos en la memoria.
Tenerte grabada a sangre en el corazón.
Tenerte grabada para siempre en la vida.
Cómo olvidarte así.
Cuando cierro los ojos y veo los tuyos.
Cuando estoy en silencio y escucho tu sonrisa.
Cuando los pies, sin pensarlo se dirigen hacia dónde estás.
Cuando sin querer, sólo veo el futuro contigo cerca.
Cadena perpetua sin libertad condicional.
Castigo sin posibilidad de perdón.
Sin posibilidad ni deseo de cambio.
La triste vida de un condenado sin crimen."

martes, 22 de julio de 2014

Eterna Sonrisa

Abrió la puerta, dejando las bolsas en la entrada y dejando caer las llaves en la mesilla de la entrada. Apagó la música y recogió los cascos, tirándolos hacia el salón, mientras se quitaba la chaqueta.
- ¡Hola!- gritó, sin recibir respuesta.
Extrañado, asomó la cabeza hacia el pasillo y vio la puerta del salón cerrada. Quizá Antía estuviese en la habitación, recogiendo cualquier cosa y no le había oído.
Se recogió el pelo con una diadema, como siempre hacía al llegar a casa y fue hacia la cocina. Abrió la nevera, cogió una cerveza, la abrió y dio un gran sorbo. Se sentía seco, y el frescor inundó su garganta, llevándolo a un nuevo estado de relajación. Entró en el salón y fue hacia la terraza. Estaba anocheciendo y desde allí la puesta de sol era espectacular. De hecho, habían escogido aquella casa precisamente por eso. Les encantaba. Decidió proponerle cenar una ensaladita mientras charlaban con un par de cervezas y música de fondo. Una buena manera de terminar un lunes.
Volvió adentro de la casa y abrió la puerta de la habitación. Se trastabilló y la cómoda de la entrada cayó al suelo. El ruido fue estremecedor, pero él quedó de rodillas, con la cerveza en la mano.
"Tienes que llamar a una ambulancia" oyó decir a su propia voz, "Antía está bien, sólo tienes que llamar a una ambulancia". Sabía que no era así. Antía no estaba bien y no iba a volver a estarlo jamás. Nunca podrían tener hijos, nunca volverían al cine, nunca estarían tomando una ensalada, conversando entre cervezas y música. Una sensación de ahogo se estaba apoderando de él. Una mezcla de ganas de gritar, llorar, golpear todo lo que le rodeaba, intentando volver atrás... Pero su cuerpo seguía allí, de rodillas, tieso al lado de la cómoda, con los ojos fijos en el cuerpo, que miraba hacia dónde él estaba, de Antía, cuyos ojos parecían pedirle perdón.
Oyó la puerta, pero como un sonido lejano, tamizado por unos grandes cascos que sólo le filtraban palabras sueltas a su cerebro.
- ¡¡¡¿¿Qué ha pasado, Kako??!!!- gritó uno de los vecinos, mientras otro llamaba a la ambulancia.
Deberían haber entrado con las llaves que ella les dejó cuando, hacía un par de meses se habían ido de vacaciones.
No pudo contestar, sólo lo miraba sin saber qué decir, sin saber por qué él estaba allí. Sólo quería que nada de eso estuviese pasando. "Tienes que contestarles, tienes que levantarte y empezar a tomar las riendas de esta situación", escuchó de nuevo una voz idéntica a la suya, ordenándole moverse. Sabía que era lo correcto, pero su cuerpo seguía sin responder. No quería moverse. Tenía la sensación de que, volviendo a la velocidad en la que todo el mundo se estaba moviendo menos él,  la muerte de Antía sería real. Y ya nunca volvería a sonreír cuando la viese dormida, ni a secarla tras salir de la ducha, ni a jugar con ella. Ya nada existiría. Nunca más.
Sus ojos de repente se fijaron en su mano izquierda, que todavía mantenían firmemente agarrada la cerveza. Levantó la vista y vio que tanto Jose como Manu, sus vecinos, estaban al lado de la cama, llevándose las manos a la cabeza mientras llamaban a la policía.
Era su momento. Golpeó con furia la cerveza contra la cómoda, partiéndola por la mitad. Se salpicó la cara, pero una sonrisa se pintó en su rostro al ver la forma en punta que tenía una de las partes de la botella rota.
-¡¡¡NOOOOO!!!- gritó Jose intentándose lanzar hacia Kako.
Demasiado tarde.
La sangre manaba a borbotones de su cuello, ahora cortado, mientras el cuerpo del chico caía de espaldas, mirando al techo ya con una eterna sonrisa.

lunes, 7 de julio de 2014

El Samaritano y el Solidario

Os voy a contar una historia, que hace tiempo que no uso esa frase...
"Una vez, caminando por el desierto, un hombre cayó a un hoyo que había. Pasó un par de días allí dentro, maldiciendo su suerte, cuando de pronto vio que alguien pasaba.
- Por favor, viajero del desierto, ayúdame, me he caído en este agujero hace dos días, tengo hambre y frío...
Sin pensarlo dos veces, aquel caminante se lanzó hacia el agujero. Una vez allí, lo subió a hombros intentando que pudiera alcanzar el borde de aquel boquete para poder salir. El primer hombre, una vez se vio fuera, de la alegría se fue, felicitándose por su suerte, y dejando a su ayudante en el mismo sitio que él acaba de abandonar.
Pero de cuando en cuando, la suerte vuelve, y en ese momento, otra persona apareció en escena.
- Ayúdame, he caído en este agujero y no puedo salir- gritó.
El joven caminante se paró. Miró hacia el agujero y luego a su alrededor. Había un árbol apenas a unos dos metros del agujero. Abrió su mochila, sacó una cuerda que llevaba y la ató al tronco de aquel árbol y luego a su cintura. Poniéndose en el borde del agujero estiró su mano hasta coger la del hombre ayudándolo a salir de allí."
Esta historia, aunque no era del todo así, si no una versión, me la contó mi tío Kike en uno de mis veranos en Cangas, y me dejó pensando toda aquella noche.
La moraleja que saqué de todo aquello fue que uno puede intentar ayudar de dos maneras: La samaritana y la solidaria.
La samaritana es a la que te lanzas a ayudar sin pensar en las consecuencias, sólo quieres ayudar sin pensar cuál puede ser la mejor manera, si te cuesta o no, o si la respuesta de la persona ayudada es la que tú esperas que sea, es decir, una respuesta positiva, en la que el ayudado no te dejará hundido en el agujero.
La solidaria es en la que ves el problema, analizas las posibles soluciones, y ayudas, pero siempre usando también la fuerza del ayudado, para que, una vez solucionado, ninguno de los dos protagonistas de la situación sufra daño alguno.
Yo, personalmente, he sido las dos partes de esta historia. Me he tirado a intentar salvar a la gente sin pararme a pensar en qué podría salir mal y unas cuántas muescas en mi alma podrían atestiguar eso. Ahora procuro ser, no lo contrario, si no el que espera, sentado en el borde del agujero, que la persona que necesita ayuda estire la mano. Últimamente me gusta decir que soy el que está sentado encima de la piedra que está al lado del río en el que la gente prueba cómo es de hondo con los dos pies. Y si alguna vez hace falta mi mano para salir del agua, allí estaré.
Y creo que es una buena manera de vivir.

domingo, 6 de julio de 2014

Quizá, quizá, quizá...

Muchas veces he escrito relatitos cortos sobre perder la memoria. Sobre lo que podría sentir alguien que, de repente, olvida todo lo que le ha pasado, a toda la gente a la que ha conocido y sobre lo mal que lo pasaría en ese caso. 
Hoy he estado viendo pelis, todo el día, viendo pelis. de superhéroes, comedias... Y en todas a los protas les pasaba algo relacionado con la memoria, y ahora no sé... Pienso que quizás olvidarlo todo, empezar completamente de 0, no sería tan mala idea. 
Resetear. Volver a tener esa sensación única que tienes al conocer a alguien especial en tu vida. Volver a conocer a amigos. Volver a ilusionarme por todo. No pensar en todas las putadas que llevo encima por culpa de esa parte de la familia que me está jodiendo porque, simplemente, no la recuerdo. 
Quizá volvería a tropezar en la piedra en la que estoy sentado, y volvería a lo mismo, pero andar de nuevo ese camino, con todo lo bueno que ha tenido, no sería tan malo. O quizá sí.
Quizá no conocer a toda la gente que quiero hubiese cambiado mi vida a mejor. O quizá a peor.
Quizá todo lo que ahora estoy escribiendo es sólo una manera de hacerme a la idea de que nada cambiará, pero verlo negro sobre blanco me provoca esa vana ilusión de que quizá pudiese lograrlo.
Quizá no quiera olvidarlo todo. Olvidarme de ella, o de ella, o de aquella otra ella que han conformado todo lo que ahora soy sería un error. 
O quizá la lobotomía, como en aquel capítulo de House en el que el protagonista tras operarse conseguía olvidarlo todo, no sea tan mala idea.
Quizá la vida sea una sucesión de quizases, y yo un pedante que sólo escribe porque no tiene valor de hacer lo que realmente quiere. O quizá no.

miércoles, 2 de julio de 2014

Kill or Kiss Me

"Mátame o bésame" le exigió, quitándose la camiseta y acercándose a la punta de la lanza que ella tenía en la mano, hasta el punto de notar un pequeño pinchazo. "No puedo seguir así, no sé qué es lo que deseas. ¿Me quieres, me odias?"
"Te quiero, claro que te quiero" contestó ella con lágrimas en los ojos.
"Bésame entonces..." Ella acarició su cuello y lo acercó rápida a sus labios, mordiéndolos con pasión, mientras él se desangraba, con la lanza clavada en el fondo de sus entrañas. 
No sabían quererse de otra manera.

13 Ideas

13 ideas. 12 libros. 11 historias por escribir.
10 meses en el limbo. 9 semanas buceando en mi mente. 8 días de espera.
7 horas intentando dormir. 6 minutos de dolor. 5 segundos de duda.
4 paredes. 3 heridas. 2 personas.
1 razón: .