Se quitó las sábanas de encima con un gesto prácticamente automatizado y se levantó. Entraba un pequeño rayo de luz por la rendija de la ventana. Tenía la boca seca y, como siempre, un eterno dolor de cabeza, una perpetua resaca.
Miró hacia la mesilla de noche. Allí, entre la camiseta arrugada que debía haberse quitado al llegar a casa, estaban la cartera, las llaves, el mechero y un paquete de tabaco arrugado.
Le subió un eructo y lo dejó salir, mientras buscaba, todavía en la penumbra, el pantalón de pijama que siempre se ponía para salir al pasillo. Vivía solo, por lo que no necesitaba vestirse, pero todavía guardaba la costumbre adquirida al vivir con Marisa.
"Marisa".
El nombre acudió de nuevo a su mente como un tsunami de recuerdos. Ayer, sin ir más lejos, la había vuelto a ver. Estaba sentada con dos amigas en una terraza al lado del Parque. Dudó si acercarse o no. Hacía poco que habían roto y, aunque de cara a la galería, guardaban una amistad, la realidad es que él, que había sido el que había dado el paso de terminar con aquella relación, no había sido capaz de levantarse tras esa decisión. Hubo un momento en el que parecía que Marisa le miraba, pero no, sólo tenía la mirada perdida observando sin ver en su dirección.
Subió el volumen de sus cascos, se puso la capucha de la sudarera y corrió hasta entrar en el primer bar que encontró.
Era un bar antiguo. Un "bar de viejo" como se solían llamar a las tabernas en su ciudad.
- Una cerveza, por favor- dijo acodándose en la barra.
El camarero era un hombre de unos sesenta años. Tenía el pelo completamente blanco y la cara curtida por miles de chupitos de licor café, miles de horas de barra y miles de vinos peleones servidos a marineros igual de curtidos que él.
- Toma neniño, unos callos- le sonrió.
Estaba vacío. Sólo aquel hombre y él, en silencio, mientras los Red Hot Chili Peppers cantaban "Otherside" a un volumen bajo en la tele.
- No sé por qué la he dejado- dejó la cerveza vacía tras un largo sorbo, mientras otra era puesta en su lugar sin apenas pasar unos segundos, con la eficacia de los buenos camareros- Era perfecta. Se lo puedo jurar, era perfecta- seguía mirándose las manos, intentando comprender el por qué de sus propias acciones- Y le juro que no estabamos mal, pero ya no era lo mismo, no sé si me entiende.
El viejo camarero lo miraba comprensivo, sin decir una palabra, esperando que soltase todo lo que llevaba dentro.
- Cinco años. Llevamos cinco años juntos. Es, de lejos, la persona con la que más tiempo estuve- acompaño la frase con un gesto del brazo- Ten... Teníamos ese rollo...- las lágrimas se le estaban apiñando en los párpados mientras un nudo se formaba en su garganta. Ahora los Gorillaz cantaban su "Clint Eastwood" con Damon Albarn cantando "Your future is coming on, is coming on" como un mantra que se le clavaba en el cerebro- Podía terminar mis frases, nunca nos íbamos a dormir sin solucionar lo que fuese que nos había molestado del otro. Pero se había convertido en una amistad, no en una relación, y yo no quería estar con una amiga, quería una novia... No sabe lo que me arrepiento.
- Así es la vida, neniño- abrió una botella de licor de café, cogió dos vasos de chupito y los sirvió- A este invito yo. Pero recuerda que todo en esta vida tiene solución, excepto la muerte.
Brindaron. Una. Otra vez. Otra más. Y otra más. Regado todo entre medias por partidas de dados con los parroquianos que iban entrando en el bar. Regado también por los consejos que le iban dando, de los cuales ahora no recordaba ninguno.
Intentó rememorar qué había hecho después de salir de aquel bar. Sabía que se había encontrado con Berto en algún sitio y que, con una mezcla de desinhibición y depresión le había propuesto salir aquella noche, a lo que su amigo había tardado apenas segundos en aceptar.
"Normal, este se lía más que los cascos en un bolsillo", se rió de su propia ocurrencia mientras cogía una botella de agua helada de la nevera y le daba un sonoro y largo trago. "¿Qué más hice?", se preguntó.
Flashes. Era lo único que le venía a la cabeza. Recordaba alguna tirada en una partida de dardos en el bar en el que siempre paraban. Saltar, sudando y cantando a voz en grito el "Eres Tonto" del Canto del Loco en el karaoke. Despedirse de Berto. Estar en casa y mirar el teléfono antes de acostarse.
"Ostia, el teléfono" pensó, "Espero no haber mandado nada ayer".
Corrió de nuevo a su habitación y, rebuscando en el bolsillo del pantalón cogió el móvil, lo desbloqueó y vio que tenía una notificación del whatsapp.
"Por dios, que no le haya puesto nada a Marisa", cruzó los dedos mientras lo abría. Era de Marisa. Pero él no había escrito nada antes. Respiró hondo y leyó:
"Te vi ayer y tenía ganas de hablar contigo, podrás quedar hoy? :)"
Una sonrisa se dibujó amplia y sincera en su cara. Quizá todavía había esperanza.
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