miércoles, 10 de septiembre de 2014

My Best Friend´s Wedding

Se sentó en las escaleras, frías, mientras una cantante entonaba una tranquila canción acerca de los polos opuestos. Miró a lo lejos. Suspiró con fuerza y miró el reloj. Las 17:15. Todavía quedaban unos cuarenta y cinco minutos. Pero no quería ir. No ahora. No después de tantos meses. No después de la manera en la que se había enterado de todo. Se merecía algo mejor. Tamborileó con los dedos el pasamanos. Se levantó, subió de nuevo a la casa, y, a punto de meter la llave en la cerradura, decidió volver a bajar. Se sentó de nuevo. Iba a ir. No podía quedarse con la duda. 
Cogió el coche, aceleró y encaró la carretera, todavía con dudas sobre lo que iba a hacer. La canción que había escuchado antes, en las escaleras, seguía resonando en la cabeza, pese a que en la radio Enrique Iglesias quería "estar contigo, vivir contigo, pasar contigo, una noche loca". Volvió a suspirar vehementemente. Lo que iba a hacer era una locura. 
Llegó, aparcó, salió prácticamente a la carrera, no sin antes echarse un último vistazo y colocarse en el reflejo de la ventana. Estaba enfrente de la puerta. Notó que le empezaba a temblar la mano cuando agarró el pomo y empujó hacia dentro.
Habría unas doscientas personas. Y todas, absolutamente todas, se giraron cuando entró. Pero sólo le importaba una de aquellas que estaban allí. Habría unos veinte metros de distancia entre los dos, pero se veían perfectamente. 
Y se miraron a los ojos. 
Los de él la miraban preguntándose qué hacía allí.
Los de ella respondían con una súplica de una última oportunidad.
Sonó una frase: "Contigo porque me matas, y ahora sin ti ya no vivo".
Ella sonrió tras escucharla. La misma canción de las escaleras. La misma que había considerado una señal.
Él también sonrió. Hizo un gesto mirando a la chica que, vestida de blanco, tenía al lado, encogiéndose de hombros y diciéndole:
- Lo siento, de veras, pero es ELLA...- mientras se acercaba hacia la puerta.
Ella sonrió y un par de lágrimas le resbalaron por las mejillas. Él la miró y sus ojos reflejaban el lío en el que se estaba metiendo por haberla elegido, pero a la vez su sonrisa divertida le decía que había tomado la decisión plenamente convencido.

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