Érase una vez una joven reina, de poco más de veinte años, que jamás había podido llevar una vida normal, ya que los problemas la acuciaban. Érase una vez un caballero, que luchaba lo que hiciese falta para ayudarle, pese a saber a ciencia cierta que su corazón pertenecía a otro.
Nuestro gentil caballero viajó y viajó hasta conseguir llegar a la puerta de su castillo, había conseguido la atención de la reina en un par de ocasiones, y prendado, ahora buscaba conseguir de nuevo que sus ojos se posaran en él.
"No me importa esperar aquí todos los días, bajo tu ventana, llueva, queme el sol o truene, sólo permíteme volver a ver esos ojos, reina de la sonrisa rota", gritó el caballero. El rey asomó la cabeza por la ventana de sus aposentos, a lo que el chico, retándolo, continúo gritando, " Preguntadle si quiere volver a sonreír como antes, conmigo, y será amada"
Consiguió burlar a la infantería del castillo cuando estos salieron a callarle, y agazapado en la choza de uno de sus amigos, y secándose el pelo, maldijo su mala suerte.
"Quería decirle que puede llamar a mi puerta, lanzar piedras a mi ventana cuando quisiese, yo la haría sentir hermosa, no me volvería a sentir inseguro con ella a mi lado, puedes apostarlo"
"Pero no todo son arco iris y mariposas, cortejar a la reina conlleva un compromiso que no muchos son capaces de alcanzar", replicó el más veterano de sus ayudantes, mesándose la barba.
"Mi corazón está listo y las puertas de mi castillo siempre estarán abiertas para cuando ella quiera venir", contestó él, mirando de nuevo la ventana en la que la joven reina seguía asomada.
De pronto, el joven cogió una pluma, un trozo de pergamino, e imbuido por una repentina inspiración, se lanzó, febril a escribirle una carta. Esa sería, quizá, su última bala para tratar de convencerla.
"Sé dónde te escondes, sola en tu habitación. Conozco todo lo que te hace ser como eres. Sé que aquel último adiós ya no significa nada. Por favor, vuelve, sabes que nunca dejaré que toques el suelo pese a que caigas" Ató el mensaje a una paloma mensajera, y la soltó en la puerta. "Alea jacta est" pensó mientras veía volar al animal.
Poco después, tras una tensa espera, cuando ya el joven jinete, esperaba rendido casi por el sueño, en el quicio de la ventana, la paloma regresó. Nervioso y expectante buscó el mensaje en su pata, lo desenroscó, y abrió el papel, en el que todo su futuro estaba escrito.
"Por favor, intenta que no sea tan complicado decirnos adiós" había escrito ella, con una bella caligrafía, pero corrida por un par de lágrimas que le habían caído al escribirla, y firmada por la silueta de sus labios.
La noche descargó aún más violentamente su tormenta, mientras el chico notaba como su corazón se iba rompiendo, pieza por pieza.
Enhorabuena por tu precioso cuento Karlos, me he sentido de nuevo una bebé leyéndote y eso ha sido genial, me encantaban las princesas y los castillos, hasta que descubrí las mazmorras y los cañonazos... Un beso
ResponderEliminarMuchísimas gracias Carla, viniendo de ti me parece todavía más impresionante el halago, teniendo en cuenta lo mucho que admiro cómo escribes, de veras que es un honor...
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