"Me encantaría no tener que dormir cada noche solo", pensó mientras pasaba un brazo por la cintura de su esposa.
"Esta sensación de soledad y abandono acabará conmigo" pensó ella, apretando la mano de su marido con fuerza.
Y allí estaban los dos, durmiendo juntos, viviendo separados.
Infelices para siempre.

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