domingo, 23 de marzo de 2014

El Insomne

Tengo insomnio. No es una enfermedad grave. Casi todo el mundo puede vivir con apenas un par de horas de descanso, y llevo muchísimos años acostumbrado a ésto. Sólo le encuentro un problema. Últimamente siempre que consigo dormirme sueño con una persona a la que hace mucho que no veo, y es una gran putada, porque cuánto más quiero dormir mi cerebro empieza a funcionar a más velocidad porque piensa en ver a esa persona por lo que me desvelo. Y, cuando ya estoy dormido, tengo lo que se suele dar en llamar "sueños lúcidos"; es decir, sé que estoy soñando y que todo lo que está pasando es debido a ello. Incluso sé cuándo me voy a despertar. A veces me da hasta tiempo de despedirme de los protagonistas de mi sueño. Ahora son las 3:00 de la mañana de un domingo. Sé que mínimo tendré una hora más de desvelo y mañana a las 8 de la mañana estaré en la calle. Así que con suerte, si vuelvo a soñar, estaré apenas dos horas en el único sitio en el que me encuentro tranquilo y sin comeduras de cabeza. Buenas noches a todos
Atte.
El Insomne...

sábado, 22 de marzo de 2014

La Decisión de Xoel

Todos los días, al menos una hora, pasase lo que pasase, recordaba todos lo momentos que pasaron juntos. Era un ejercicio de autocompasión. Le encantaba sentirse así. Podría decirse que le gustaba sufrir por ella. Y me lo contaba. Yo le escuchaba atento, un día tras otro, e intentaba hacerle ver que eso no era sano. Que nunca más volvería a verla, que ya había acabado todo. Le recomendé irse de vacaciones lejos de aquí, que conociese a otra gente, que se volviese a fijar en otras mujeres. Y me hizo caso, conoció a una mujer perfecta. 
"Es impresionante tío, es todo lo que podría buscar. Es cariñosa, es guapa, es una de las mejores personas que he conocido", me dijo, "pero hay un problema, ¿sabes?
"¿Cuál?", le pregunté yo, aún sabiendo la respuesta.
"No es ella"
Me esperaba esa respuesta, yo conozco a esa chica. De hecho conozco a las dos chicas. Una es su pasado: una persona muy dura, muy difícil es no fijarse en ella, una chica inteligente, muy centrada y también cariñosa. Cualquier hombre podría enamorarse de ella. La otra es la novedad: ese soplo de aire fresco, la mujer de la sonrisa permanente y los ojos vivarachos, una belleza increíble unida a una inteligencia y una seriedad como pocas veces he tenido el placer de conocer. 
Entiendo que mi amigo dude entre las dos. Pero una cosa es el pasado y otra el futuro. Una ya salió de su vida, por más que se empeñe en negarlo y la otra no ha entrado, por su negativa a aceptar lo primero.
"Date una oportunidad, tío", le dije, "¿De qué te vale estar penando por las esquinas, llorando por algo que ya no tienes?"
"¿Y eso me lo dices tú?", contestó, "¿tú que has estado en la misma situación que yo?, ¿cómo puedes decírmelo tan pancho?
En parte tenía razón. A mi me pasó lo mismo, no una, ni dos, si no muchas veces, pero creo, en parte, que supe cerrar las puertas que ya estaban entornadas. 
Se despidió de mi, dándome un abrazo. Un abrazo que sonaba a despedida, a que toda nuestra amistad se había acabado con aquella frase.  
"Anímate hermano", le dije palmeando su espalda, "Y ya sabes que aquí estoy para lo que necesites".
Pasaron un par de días en los que no supe nada de él y, al tercer día, extrañado de seguir sin noticias suyas, lo llamé. Tras varios tonos, y casi cuando iba a colgar, contestaron al teléfono. Me extrañó que fuese su hermana la que me contestó.
"Hola Marga, ¿Y tú hermano?"
"Xoel se ha suicidado" dijo entre sollozos.
La noticia me dejó en shock. Me vestí a toda prisa y salí camino de su casa lo más rápido que pude. Todo pasaba a una velocidad que no era ni medio normal. Me daba la sensación que aunque el mundo se movía de manera normal yo sólo lo apreciaba a cámara lenta. Abracé a Marga cuando abrió la puerta. 
"Papá y Mamá están en el hospital, preparándolo todo. No entiendo por qué ha hecho esto", no paraba de llorar, desconsolada, "Ha dejado una nota y una carta para ti, ¿quieres leerla?"
Me la trajo y la abrí, sentado en el sofá en el que siempre jugábamos a la consola. 
"Karlos, sé que esto te va a parecer una cobardía indigna de un amigo tuyo, pero no podía más, nunca superaré que Irene se haya ido de mi vida. Almudena es un cielo, pero nunca será Irene, quiero que la cuides, que seas lo que yo no pude ser para ella, prométemelo, o volveré a hacerte la vida imposible", qué cabrón, aún se reía hasta en el último minuto. "Espero que sepas perdonarme, sabes que te quise como a un hermano, pero no quiero vivir en este mundo sabiendo que nunca más estaré con ella".
Al día siguiente, en el cementerio, durante su entierro, las vi a las dos.
"¿Por qué lo ha hecho, Karlos? ¿Por qué se ha ido así?", dijo Irene abrazada a mi cuando me acerqué a saludarla. No podía decirle lo que sabía. No podría soportarlo, ni yo podría soportar verla así de dolida, por lo que sólo acaricié su pelo y la besé en el hombro.
"¿Por qué no me ha dado la oportunidad de intentar hacerlo feliz? Lo quería muchísimo... Y ahora, ahora no entiendo nada..." me dijo Almu cuando me acerqué a ella. Tampoco le contesté, aunque esa respuesta sí que la tenía clara. No era una persona que conociese la gama de grises, sólo se movía entre el blanco y el negro.
Ahora me he tatuado su nombre y he escrito esto como terapia, para no olvidarlo nunca. Amigos como Xoel son bendiciones que la vida te da, y hay que recordarlos.

La Sonrisa

Su corazón era un puzzle de 10.000 piezas. Sus ojos ya no miraban con el brillo de antes, su sonrisa seguía siendo bonita, pero ya no lucía como antes. Los golpes que la vida le había dado la habían cambiado casi por completo. Pero "al mal tiempo buena cara" seguía siendo una de sus máximas, y la cumplía a rajatabla. Limpiaba los vasos detrás de la barra mientras miraba al chico que siempre, a las cuatro de la tarde, entraba en el bar, se sentaba en la mesa de enfrente de la televisión, sacaba su pequeño portátil, pedía una cerveza y se ponía a escribir. Él tenía el pelo corto, barba de tres días, y quizá era un poco más alto que ella. Cuando entraba siempre le sonreía y cogía la cerveza, "para que no tengas que moverte", había dicho el primer día que había entrado allí, mientras le sonreía y le guiñaba un ojo, cómplice. Le provocaba curiosidad saber cómo era el chico, qué era lo que escribía, qué era lo que le hacía teclear con pasión las letras de aquel ordenador, que le encerraba en sí mismo, hasta que de pronto, como recién salido de un éxtasis, cerraba el ordenador, lo guardaba en su bandolera, se levantaba, pagaba la cerveza y con un sonrisa y un guiño se despedía de ella, con un quedo "hasta mañana". 
Había preguntado entre los clientes habituales si alguien lo conocía, pero nadie sabía de dónde había salido aquel muchacho. Muchas veces había pensado en hablar con él, pero se metía tanto en su propio mundo que le daba algo de rabia importunarle. Y así día tras día.
Pasaron varias semanas así, hasta que un día, cuando el chico se había levantado para ir al cuarto de baño, no pudo contenerse y se acercó a la mesa del chico. Allí leyó la historia de un chico que se enamoraba de una camarera. Él salió del baño, y ella le sonrió, le sonrió como hacía tiempo que no sonreía, y él le devolvió la sonrisa, sabiendo lo que había pasado. 
"Espero que le gusten los puzzles", pensó mientras se acercaba, ya convencida que todo podría ir a mejor.

jueves, 20 de marzo de 2014

Reencuentros a las 4 de la mañana

Recuerdo aquellas noches hablando hasta tan tarde que el sol volvía a saludarnos mientras a nosotros nos daba la sensación que no habían pasado ni cinco minutos desde que nos habíamos separado. Cómo no nos decíamos "te quiero" por no gafar, y porque a  ninguno de los dos nos gustaba abusar de esa frase sin que fuese real. Cuando lo dijésemos tenía que ser cierto. Aquellos sofás en casa de mi madre, uno al lado del otro, en los que nos buscábamos las manos mientras todo el grupo veíamos la tele, o el tresillo de tu casa en el que me quedaba dormido viendo alguna serie que te gustaba apoyado en tu regazo. Tus ojos azules mirándome cuando me despertabas y esa sonrisa, llena de dientes blancos, aquella sonrisa tan franca, tan mía, tan tuya... 
Eran otros tiempos, no nos importaba nada lo que pudiera pasar, y de repente, de un día para otro, todo cambió. Ya no eras tú, te habías convertido, de la noche a la mañana, en todo lo que siempre habías criticado. Me sonreías, pero estaba pintada en tu cara esa sonrisa. Me mirabas con aquellos ojos que me habían dejado seco en cualquier otro momento, pero que ahora eran sólo una pupila negra rodeada de un iris azul...
Yo tampoco era el mismo. Mi instinto de super vivencia, como luego he podido comprobar en otras situaciones, estaba desconectado y aquel golpe, tan poco esperado, hizo que volviera a abrirse los puntos que tenía dentro del alma... 
Pero te sigo recordando como aquella mujer, que una vez me quiso mucho y a la que quise como a pocas...
Un poco de aquel chico que fui me encantaría que le pegase una bofetada al que soy ahora y le gritase: "Nené, si sobreviviste a eso,¿ qué coño te quejas ahora? Que en peores plazas hemos toreado, coño..." Y, quizá, que mis dedos vayan prácticamente solos escribiendo esto, es el toque de atención que necesitaba. 
Así que a lo mejor no me he escapado tanto de lo que fui, ni me he alejado tanto de lo que quiero llegar a ser...

miércoles, 19 de marzo de 2014

Todo es cíclico

5 de la mañana. Los ojos como los búhos. Pocas ganas de dormir. Tener en la cabeza a quién no tengo que tener. Recordar a quién no está. Echar de menos a quién todavía no ha llegado. Saber que el sueño me hará volver a ver a quién no es recomendable ver. Tener apalabradas todo lo más dos horas de dormir. Sólo apetecerme escribir. Hacerlo y no encontrar inspiración como la de antaño. Las musas ya no pasan por aquí, y se les echa de menos. Verme el tatto. Pensar en todas las chicas que tengo en el brazo. Saber que están bien. Pensar otra vez en lo viejo que ya estoy. Volver a echar de menos a quién no ha llegado. Volver a recordar a quién ya no está.
Todo es cíclico.

domingo, 16 de marzo de 2014

Cómo Conocí a Vuestra Madre

De esto que es domingo, terminan Los Vengadores, cambio de canal y están dando varios capítulos de Cómo Conocí a Vuestra Madre... 
La serie en sí es una chorrada y supongo que todos sabéis de qué va: un treintañero sienta a sus hijos en un sofá y les cuenta cómo conoció a su madre, punto por punto, explicándoles todas las mujeres que pasaron por su vida hasta que encontró a la idónea. 
Pero en éste último capítulo que vi yo, en el que Barney se casaba, tiene una conversación muy interesante con Robin. La cosa viene a ser así:
Ted- Siempre creí que un día entraría en mi bocatería preferida y, de repente, vería a una mujer que pediría mi comida preferida, mientras tarareaba la canción que yo tengo en la cabeza y llevaría en la mano mi novela preferida...
Robin- ¿Y ya no piensas eso?
Ted- Ahora sólo pienso: ojalá esa zorra no se lleve el último bocadillo de pan integral...
Salvando las distancias, y leyendo un poco entre líneas, lo que Ted quiere decir es que siempre esperó a la mujer de su vida, al amor que te hace saber que esa es la persona con la que quieres pasar el resto de tu vida... Y eso está muy bien. Todos queremos encontrar a esa persona. El problema es que casi nunca la persona que consigue que queramos pensar que moriríamos por ella, sienta lo mismo por nosotros. 
Hace años creía en el amor a primera vista, creía que podría cambiar por alguien a quien en realidad quería, y esas cosas a las que llamo "tonterías de crío", pero ahora, con la edad del prota de la serie que estaba viendo, echo la vista atrás y pienso que he dejado pasar a las dos mujeres de mi vida, por distintas razones, pero que he perdido las dos oportunidades que me tocaban de ser feliz (siempre bajo los cánones de la televisión, claro) y eso, a veces me hace gracia, (las más, que soy una persona bastante pragmática, al menos de unos meses hacia aquí) y otras me deprime, porque me veo a punto de cumplir 32 años, y casi todos los amigos de mi edad llevan como mínimo diez años con sus parejas y algunos de ellos tienen ya hijos, (a los que quiero como a mis sobrinos, y unas cuántas horas en mi brazo lleno de tinta me lo recordarán siempre). Y sinceramente, prefiero quedarme con mi primera visión, aunque siempre tendré esos momentos en los que pienso en cómo podría ser mi vida con cualquiera de esas dos chicas, cómo sería ahora....
Cómo digo siempre, qué relajo es escribir para desfogar... 

sábado, 8 de marzo de 2014

No Happy Ending

A veces se sentaba en el sofá y pensaba en el pasado. Estaba bien ahora tal y como estaba, pero a veces, alguna frase, algo que veía en la tele o una canción le recordaba a él. 
Se sorprendió preguntándose qué estaría haciendo ahora mismo. Era sábado. Seguramente estaría tomando unas cervezas sentado en una barra, con aquella sonrisa fingida. Aquella sonrisa de la que conocía tan bien por qué estaba pintada en su cara. 
Se quitó rápido esos pensamientos mientras se subía la manta y zapeaba buscando algo que ver. Pero él seguía nadando en su cabeza. Echaba de menos lo bien que estaban juntos, aquella complicidad y aquellas risas con apenas dos palabras que conseguían el uno del otro. "Se ha acabado", pensó, "no quiero nada de él, no puede darme nada que ya no tenga", pero seguía echándolo de menos. Cogió el móvil y buscó su número. "Un ¿qué tal estás? no implica nada"

La barra del bar estaba llena de gente y él devolvía sonrisas a todo el que le saludaba, pero no estaba animado. Estaba allí por pura rutina. Era sábado y el plan B que tenía era estar en casa viendo películas malas con unas palomitas extra saladas y una botella de agua.
La cerveza, que era la segunda, estaba lo suficientemente caliente como para que le hiciese pensar en otra cosa. Y allí, de sopetón, entre frases sueltas, alguien pronunció su nombre, o el de alguna mujer que se llamaba como ella y su imagen apareció como si de una foto se tratase. 
"No puedo seguir así, ¿a qué cojones viene seguir pensando en ella? Puff, debería pedirme otra cerveza", pegó un sorbo grande e hizo un gesto, con lo que la camarera le puso otra. "Es guapa" pensó, "tiene el pelo corto, cosa que me flipa, pero... no es ella". Seguía echándola de menos. Miró la hora que era, todavía era temprano y quizá estuviese despierta. "Bah, un "¿cómo andas, enanita? no implica nada"

Los dos pensaron lo mismo. Los dos cogieron el móvil. Los dos estuvieron a punto de escribirse. Ninguno lo hizo. Y eso fue mejor para los dos. Seguirían con su vida. Quizás alguno de los dos tuviese una recaída y quisiese volver a saber del otro. Pero estaba claro que todo se había terminado. Se volverían a ver, volverían a sonreírse, volverían a bromear juntos, aunque nada sería igual. 
Casi ninguna historia termina con un final feliz. 
Casi todas las historias así me gustan.